Casi una semana después de bloquear el Canal del Suez, el carguero ‘Ever Given’ fue finalmente desencallado, liberando una de las vías marítimas más importantes del comercio mundial.
El accidente del gigantesco buque, más largo que el edificio Empire State de Nueva York y con un peso de 220 mil toneladas, literalmente estranguló el tránsito de mercancías por alrededor de 10 mil millones de dólares al día.
El Canal del Suez es la ruta que conecta las economías europeas y asiáticas. Lo atraviesan unas 50 embarcaciones al día y responde por aproximadamente el 12 por ciento del comercio global y el 10 por ciento del petróleo que se mueve por mar.
Junto con otros ‘pasos’ estratégicos como el Canal de Panamá y el estrecho de Hormuz, constituyen los puntos arteriales donde la globalización enfrenta el riesgo de infartarse.
Más de 430 cargueros tuvieron que ‘hacer fila’, con sus respectivos retrasos y sobrecostos, mientras se desarrollaron las maniobras para desencallar al buque varado. Naves con contenedores llenos de las más diversas mercancías desde animales hasta combustibles, pasando por suministros electrónicos.
En otras palabras, aunque en unos tres o cuatro días las disrupciones al tráfico marítimo en Suez se normalizarían, los impactos económicos y logísticos de una semana de bloqueo perdurarán mucho más.
Más allá de la infinidad de memes sobre el incidente que inundaron de humor las redes sociales, el encallamiento del ‘Ever Given’ no solo ratificó las tensiones que la pandemia global ha infligido al comercio, sino también alimentó las voces que hablan de una crisis más profunda de la globalización en sí.
Tras un año en crisis mundial por la irrupción del coronavirus, las cadenas globales de suministro han experimentado presiones y disrupciones. Graves cuellos de botella desde la oferta de productos marcaron los primeros meses de las cuarentenas y afectaron las operaciones logísticas en el mundo entero.
Además, la covid despertó la reflexión en muchas potencias como Estados Unidos, sobre la vulnerabilidad de tener cadenas de suministro de productos vitales al otro lado del planeta. Esto generó el lanzamiento de iniciativas de ‘nearshoring’ y relocalización dentro del continente americano. De hecho, el gobierno colombiano está activamente buscando aprovechar esa ventana con empresas multinacionales.
Este debate es tan crucial para la seguridad estratégica de Washington, que sobrevivió el paso de Trump a Joe Biden.
Es innegable que el bloqueo del Canal de Suez ha resaltado esas críticas vigentes al comercio mundial que la pandemia exacerbó: la fragilidad de las cadenas y la urgencia de la relocalización como estrategia de seguridad con un inevitable impacto en los flujos de comercio internacional.
No obstante, la covid-19 demostró tanto los beneficios como la resiliencia de esos procesos de globalización. Por ejemplo, varios de los rápidos desarrollos exitosos de vacunas contra el coronavirus son esfuerzos científicos globales.
Esas mismas cadenas de suministro que hoy sufren tensiones son las que permitieron que los supermercados, las estaciones de combustible y los servicios básicos en muchos países del mundo respondieran a la crisis de los confinamientos. Incluso, en economías como la colombiana, el comercio electrónico tuvo que encarar sus retos logísticos y de oferta.
Aún es pronto para dimensionar los cambios que la pandemia traerá a la globalización como la conocemos. Pero estamos lejos de su ‘fin’.