Hace un mes, cuando el Dane reportó que la tasa de desempleo había tenido un notorio incremento en marzo, no demoraron en escucharse las afirmaciones que pintaban un panorama poco menos que apocalíptico para la economía colombiana. Según ese punto de vista, la desaceleración en el ritmo de crecimiento se tradujo en una reducción neta en el número de plazas ofrecidas, con lo cual la cantidad de personas sin trabajo empezaría a subir de forma irremediable.
Sin embargo, los datos de abril sugieren que la catástrofe pronosticada no tuvo lugar. De acuerdo con la entidad encargada de las estadísticas, el índice de desocupación llegó al 9 por ciento en el ámbito nacional y al 9,1 por ciento en lo que atañe a las 13 áreas metropolitanas más grandes, que es el guarismo de menor cuantía desde cuando el tema se comenzó a reportar mensualmente a comienzos del siglo. De hecho, los analistas esperaban que el desempleo estuviera un punto porcentual por encima de lo que alcanzó.
Las causas del desfase son claras. De un lado, se abrieron nuevas plazas por cuenta de las cuales el número de personas laborando se incrementó en 109.000, que no es un salto extraordinario, aunque va en la dirección correcta. Del otro, la tasa de participación disminuyó, lo cual implica que hubo menos gente buscando oficio.
Aun así, el balance es favorable y merece ser considerado como una buena noticia. Para una economía que depende del consumo interno y del vigor de la demanda agregada a la hora de seguir adelante, continuar por el terreno ascendente, en lo que hace a nuevos empleos, es algo positivo. No hay duda de que el bache de marzo fue grande, si bien todo indica que la larga temporada asociada a la celebración de la Semana Santa ocasionó más dolores de cabeza que beneficios.
Hecha la descripción general, vale la pena detenerse en qué ramos contribuyeron positivamente al balance entregado. De tal manera, el comercio, junto con las actividades inmobiliarias y los servicios comunales, resultaron ser los principales responsables de las nuevas plazas.
En cambio, la industria sigue de capa caída, algo que contrasta con los propios reportes del Dane, según el cual la producción manufacturera sube de manera vigorosa. A pesar de que la devaluación del peso es fundamental para que distintos ramos recuperen la competitividad perdida, todo sugiere que los despidos no han cesado en las fábricas y que si la producción se expande es algo que se consigue con menos operarios.
Por otro lado, llama la atención que Cali va bien, mientras que Bogotá recupera parte del terreno que había perdido al momento de comenzar el 2016. Barranquilla es la capital con el índice de desocupación más bajo, mientras que Medellín recorta su nivel de desempleo en el trimestre comprendido entre febrero y abril.
Hacia adelante es evidente que actividades como la construcción están en deuda, pues todavía no se nota un gran aumento de sus nóminas. El transporte y las comunicaciones también se han resentido, pero nada demanda tanta atención como el segmento industrial, que merece un estudio más detallado para tratar de entender lo que sucede.
Mientras llegan las explicaciones, el punto clave es que el fuerte deterioro del mercado laboral no existe, pues el bache de marzo parece ser puntual. Ello no quiere decir necesariamente que todo está bien, sino que la economía colombiana no deja de progresar, así ahora lo haga a un ritmo más lento.
Debido a ello, la prioridad en los meses que vienen es conseguir que las áreas que están rezagadas no se deterioren más y que aquellas en la retaguardia empiecen a avanzar.
Para citar un caso concreto, el ambicioso programa de desarrollo de la infraestructura aún no se nota en las cuentas del desempleo, algo que exige poner a que la locomotora comience a moverse a mayor velocidad, ojalá más temprano que tarde.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto
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