Si bien es cierto que la actividad no ha tenido épocas fáciles desde hace varios años, en esta oportunidad fue notorio el clima de agitación, alentado por causas objetivas y por el apoyo de dirigentes políticos que quieren pescar en río revuelto.
La actividad proselitista, sin embargo, no esconde la que es una dura situación. Diversas proyecciones revelan que la cosecha del 2012 volverá a estar por debajo de los promedios de comienzos del siglo, con lo cual se completa un lustro de malos rendimientos. Si bien es muy posible que en la presente oportunidad se superen los 8,5 millones de sacos –lo que representaría un alza frente a los 7,7 millones del 2011– seguimos con un volumen bajo, por cuenta del cual estamos muy cerca de volver a quedar en el cuarto lugar de los principales productores del planeta, por debajo de Brasil, Vietnam e Indonesia.
Como si eso fuera poco, los precios internacionales del grano han experimentado una reducción apreciable. Ayer, sin ir más lejos, cerraron en 1,46 dólares por libra, unos 80 centavos por debajo del nivel de hace 12 meses. Debido a esa situación, la carga de café se paga esta semana en casi 550.000 pesos, 40 por ciento menos que en la misma época del 2011, un descenso en el que la apreciación de la moneda también tiene una cuota de responsabilidad.
La combinación de bajas cosechas y malos precios es la que explica el ambiente caldeado dentro del gremio. Tal como es usual en estos casos, las quejas contra los dirigentes se multiplican, junto con las peticiones de ayuda al Gobierno, que no ha sido indiferente a las súplicas. El fin de semana pasado, el Ministerio de Hacienda anunció que el apoyo para los cultivadores pequeños –que son la inmensa mayoría– sería triplicado hasta 60.000 pesos por carga, con fecha de corte del 31 de enero.
Dicho apoyo se suma a respaldos que no son menores. Según lo dicho por Juan Manuel Santos el miércoles pasado, la actual administración le ha entregado al ramo un total de 2,1 billones de pesos representados en giros directos, financiamiento de programas específicos y créditos de Finagro. A la luz de esas ayudas, el Ejecutivo no se ha quedado de brazos cruzados al darles la mano a cerca de 550.000 familias que derivan su sustento del grano.
Pero tales paliativos pueden acabar siendo paños de agua tibia si la producción no remonta pronto. Es verdad que en su momento el clima afectó el rendimiento de los cafetos, pues una fuerte sequía fue seguida por dos temporadas invernales.
También lo es que se ha venido produciendo una importante renovación de plantas, en las que variedades de menor rendimiento han sido reemplazadas por otras que dan más fruto y son más resistentes a las enfermedades. Como hay que esperar a que las nuevas matas crezcan, en la práctica miles de hectáreas salen de circulación.
No obstante, la paciencia se ha comenzado a agotar y los dirigentes de la Federación han recibido el mensaje de que se esperan resultados pronto. Mientras eso ocurre se ha abierto una puerta que responde a los planteamientos venidos de varios sectores, en el sentido de que la institucionalidad vigente –que lleva 85 años desde su creación– debe modernizarse. Así, uno de los resultados concretos de la cita de esta semana es la conformación de una comisión de expertos que deberá presentar sus recomendaciones en un futuro, en un marco de concertación con el gremio.
Si dicho cuerpo tiene la autonomía para hacer propuestas audaces, es algo que está por verse. Pero el mensaje de que hay nuevas realidades, tanto en la caficultura nacional como en el mercado mundial, no puede ser pasado por alto. Y si Colombia quiere mantener su rol en un cultivo que le ha dado tanto a tantos, tiene que estar dispuesta a contemplar todos los escenarios.
RICARDO ÁVILA PINTO
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