La buena noticia es que subimos cinco puestos y ahora estamos en el lugar 61 entre 140 países. La mala es que todavía tenemos mucho trabajo por hacer en una serie de áreas críticas, si queremos destacarnos no solo en el ámbito regional, sino en el internacional.
Así podría resumirse el balance para Colombia, tras conocerse el más reciente reporte mundial de competitividad, elaborado por el Foro Económico Mundial, una fundación con sede en Suiza. El trabajo en cuestión evalúa anualmente los factores que impulsan la productividad y la prosperidad en una nación determinada, mediante la recopilación de datos en 12 categorías o pilares.
Nuestro balance es de luces y sombras. Después de haber permanecido estancados a lo largo de varias mediciones previas, por fin comenzamos a mejorar. No obstante, estamos a una prudente distancia de Chile, que se encuentra en la posición 35, o de Panamá, ubicado en la 50.
La razón del avance logrado es, ante todo, lo sucedido con la categoría de desarrollo del mercado financiero, pues somos los número 25. Tanto los indicadores relacionados con eficiencia, como los asociados a la confianza en el sector bancario, muestran solidez. Incluso en un índice de derechos legales, que mide la protección legal de prestamistas y prestatarios, estamos de primeros, a la par de Montenegro y Nueva Zelanda.
Pero, aparte de congratularse por lo conseguido, es más útil fijarse en los lunares, es decir aquellos pilares en los que el país se está bien abajo en la tabla. Sin desconocer que en muchos aspectos hemos mejorado, no hay duda de que el trabajo que queda por hacer es inmenso.
El caso más crítico es el de las instituciones, en las cuales ocupamos el puesto 114 de la muestra. Si bien sobre las entidades privadas el veredicto no es tan inquietante, sí lo es en lo que atañe a las públicas. En concreto, nos comparamos muy mal en renglones como la corrupción y la seguridad.
Por ejemplo, en lo que respecta a la desviación de fondos estatales o confianza en los políticos, nos ubicamos en el lugar 131 entre 140 naciones. Es verdad que en las dos categorías citadas la nota recibida nace de encuestas de percepción, pero el debate no debería ser si esta es justa, sino sobre la bajísima confianza que hay en el sistema y sus dirigentes.
A su vez, no hay duda de que Colombia ha podido sobreponerse a la amenaza que representan las organizaciones delincuenciales. Sin embargo, el desafío todavía persiste. De tal manera, en cuanto a costo del terrorismo, ocupamos el puesto 136, en el del crimen organizado, el 135, y en el del crimen y la violencia, el 132.
Otro pilar en el que estamos mal posicionados es el de eficiencia de mercados, en el cual somos los 108 de la muestra. En este campo, el motivo central es un indicador: la carga tributaria de las sociedades que combina no solo la tasa del impuesto a las utilidades, sino los parafiscales de orden laboral y otros tributos y contribuciones, incluyendo los locales. Mezclados todos esos ingredientes, estamos de 137, apenas por encima de Tayikistán, Bolivia y Argentina.
Un tercer renglón en el que no salimos bien parados es el de salud y educación (posición 97). La justificación más notoria es que la tasa de cobertura que tenemos en la enseñanza primaria es baja, del 87,7 por ciento, similar a la de Namibia.
En cuanto a infraestructura, tampoco nos destacamos. Aquí el tema tiene que ver con las facilidades de transporte, si bien en lo que hace a aeropuertos dimos un salto. El punto crucial es calidad de vías, pues somos 126. Si bien hay un ambicioso programa en marcha, todavía sus frutos están por verse.
En conclusión, el país difícilmente puede darse por satisfecho ante su mejoría. La tendencia es favorable, pero dispar. Y los interrogantes que subsisten muestran todo lo que nos falta por hacer para ser verdaderamente competitivos y prósperos.
Ricardo Ávila Pinto
@ravilapinto