A pocos días de conmemorar el festivo del 7 de agosto, ya comenzaron los balances sobre el gobierno de Juan Manuel Santos, quien ese día cumplirá dos años en el cargo.
Según lo han revelado las encuestas, el mandatario enfrenta la que es, quizás, la época más difícil de su administración, por cuenta del aumento del pesimismo, las duras calificaciones a la labor realizada y los menores índices de favorabilidad que recibe la gestión presidencial.
Aunque habrá tiempo para analizar el camino recorrido, vale la pena concentrarse en un aspecto que tiene mucho que ver con las calificaciones obtenidas.
Se trata de las locomotoras de la prosperidad, cuya marcha es clave no solo para evaluar la labor realizada, sino la evolución de la economía, que ha tenido un comportamiento aceptable, a pesar de que en meses recientes ha sentido el coletazo de la cada vez más compleja situación internacional.
Para decirlo en pocas palabras, las máquinas en cuestión son los sectores líderes que deben jalonar a los demás, sin desmedro de estrategias transversales como la educación.
Cuando se mira cada uno de los cinco motores identificados, salta a la vista que hay una gran diferencia en la velocidad de cada tren. Comenzando por el más rápido, es claro que la minería tiene un liderazgo indiscutible, pues desde mediados de la década pasada viene creciendo a tasas más altas que las del Producto Interno Bruto total, y esa tendencia se mantiene.
Tanto la mayor extracción de petróleo como la de carbón y oro se han conjugado para cambiarle la cara a un país que ha tenido un auge exportador, ante la combinación de buenas cotizaciones y más cantidades vendidas.
El éxito en dicho frente también se ha sentido en los recaudos tributarios, las regalías y las utilidades distribuidas por Ecopetrol, ante lo cual el presupuesto nacional no ha dejado de crecer mientras disminuye el déficit fiscal. Por otra parte, existe una sensación de relativa bonanza que ha alimentado un auge de la inversión extranjera, que este año podría superar la marca del 2011, cercana a los 15.000 millones de dólares.
No obstante, la intensificación del terrorismo contra las instalaciones petroleras y la demora en el proceso de aprobación de las licencias ambientales generan inquietudes hacia el futuro, ante lo cual se requiere una buena respuesta gubernamental.
Tampoco le ha ido mal a la vivienda, con 320.000 unidades iniciadas en el bienio.
Dicha cifra no solo supera los promedios históricos, sino que hace factible llegar a la meta del millón de casas y apartamentos fijada por Santos, sobre todo cuando se tienen en cuenta las 100.000 soluciones que beneficiarán a los más pobres.
Pero, al tiempo que hay que reconocer lo realizado, se deben resaltar los obstáculos pendientes, por cuenta de los cuellos de botella que representan las alcaldías, la disponibilidad de crédito y tierra, y los precios al alza.
También hay inquietudes ante la escasa aceleración de la locomotora de la infraestructura. Los enredos heredados de la administración anterior, junto con la demora en la estructuración de los nuevos proyectos han hecho que se avance a paso de tortuga. Aparte de lo anterior, las licencias, la adquisición de predios y las negociaciones con las comunidades se han confabulado para que obras clave no se terminen, a pesar de que la financiación está disponible.
Asimismo, el balance de la agricultura no es bueno. Es cierto que el clima le ha jugado al país una mala pasada por cuenta del fenómeno de ‘La Niña, pero nada hace pensar que el inmenso potencial que tiene el país en este terreno se haya aprovechado.
Y para cerrar, está el tema de la innovación, cuya importancia nadie discute, pero que nadie parece saber cómo impulsar.
Para usar la figura, en este caso, no hay estación, ni rieles, ni máquina.
Solo un conjunto de buenas intenciones que no tiene doliente. Así las cosas, es claro que hay mucho por hacer antes de poder declarar que los trenes del progreso andan bien, porque algunos ni siquiera han hecho sonar el silbato de partida.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co