Nadie sabe a ciencia cierta si el pasado lunes el Ministro de Hacienda usó, frente a sus colegas del gabinete, la conocida expresión según la cual “el palo no está para cucharas”, pero el mensaje del funcionario se puede resumir así. Al analizar en la Casa de Nariño tanto la ejecución presupuestal en lo que va corrido del año, como las perspectivas del próximo, quedó en claro que el margen del que había disfrutado el Gobierno en los últimos tiempos a la hora de gastar, ya no es el mismo de antes.
La razón principal es lo que el titular de las finanzas públicas describe como “dos nuevas realidades”. Estas tienen que ver con un aumento en las erogaciones por cuenta de la llamada bomba pensional, que implicarán giros adicionales por 4,8 billones de pesos. Si bien tales compromisos venían aumentando, en el 2014 habrá un salto atribuible, entre otras razones, a los mayores reconocimientos en la medida en que Colpensiones empieza a solucionar los atrasos que habían plagado al sistema de seguridad social.
Y como si eso no fuera suficiente, los ingresos gubernamentales también se van a ver afectados. El motivo es que comienza a operar el desmonte del gravamen a los movimientos financieros, más conocido como el cuatro por mil que el año que viene baja al dos por mil. Sin debatir las razones técnicas que respaldan la eliminación del tributo, los recaudos del fisco bajarán en 2,7 billones de pesos.
El golpe, a decir verdad, estaba anunciado desde hacía un buen tiempo. Incluso, cuando en diciembre pasado se discutió la reforma tributaria en el Congreso, uno de los propósitos iniciales de la administración fue obtener más dinero, pero el objetivo no prosperó. Aun así, el Ministerio sostiene que la situación se encuentra bajo control y, de hecho, mantiene su meta de reducir el saldo en rojo de las finanzas públicas de manera gradual, a lo largo de la presente década.
Sin embargo, eso no quiere decir que las cosas sean fáciles. Tal como lo muestra el Marco Fiscal de Mediano Plazo, presentado hace algo más de un mes, las cuentas se cuadrarían con un fuerte recorte del 28 por ciento en la inversión, en lo que constituiría un cambio fundamental frente a lo sucedido en el pasado reciente.
Por otro lado, hay cierto nivel de alarma sobre el comportamiento de los ingresos públicos. El balance del primer semestre, cuando la Dian no pudo cumplir con la meta de recaudos que se había fijado, genera inquietud con miras al próximo año. Uno de los interrogantes adicionales es si Ecopetrol podrá aumentar sus utilidades y de paso entregarle más dividendos a la Nación, algo que no deja de ser un desafío a la luz de los precios internacionales y el nivel de la producción de petróleo.
Pero más allá de esas especulaciones, el mensaje de fondo es que el margen de movimiento es muy estrecho. Cuando se tienen en cuenta los compromisos adquiridos y las cargas que vienen de atrás, es indudable que muchos ramos del Ejecutivo tendrán que apretarse el cinturón y que más de un ministerio o entidad se quejarán de la austeridad.
Ese es un motivo adicional para manejar con cautela los paros que han anunciado diferentes sectores de la producción. Cualquier compromiso adicional de las negociaciones que se lleven a cabo tendrá que ser acomodado dentro de las disponibilidades existentes, pues lo que se le sume a un ramo deberá recortarse en otro.
Las cuentas definitivas, claro está, tendrán que hacerse cuando el Congreso discuta el presupuesto del 2014 en la legislatura que comienza el 20 de julio. No obstante, desde ya se puede decir que las cosas no serán fáciles y menos en un año electoral en el que la responsabilidad fiscal tendrá que enfrentarse con las presiones políticas y las peticiones de quienes quieren ayudas específicas o simplemente una tajada más grande del gasto público.
Ricardo Ávila Pinto
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