Faltan escasas cuatro semanas para que la temporada política caliente un poco más sus motores.
Y es que antes de finalizar noviembre Juan Manuel Santos deberá declarar formalmente si aspira o no a la reelección, con el fin de cumplir con lo previsto en la Ley de Garantías.
Aunque siempre habrá espacio para las cábalas, todas las señales indican que el actual inquilino de la Casa de Nariño manifestará su intención de repetir mandato. Cuando lo haga, el abanico empezará a sumar nombres que seguirán agregándose a medida que pasen los meses y que deberían completarse en marzo, una vez tengan lugar las consultas internas de los partidos que prefieran escoger ese camino.
Al respecto, los analistas plantean diversos escenarios que resultan en un grupo más o menos nutrido de aspirantes a ceñirse la banda presidencial.
Por ejemplo, si en el seno de los verdes triunfa la idea de escoger entre Enrique Peñalosa y Antonio Navarro se consolidaría el escenario de una tercería.
De la misma manera, habrá que ver qué pasa con los conservadores, divididos entre continuar en la Unión Nacional con Santos, cambiar de bando y respaldar desde un comienzo al uribismo o seguir solos con su propia fórmula, hasta vender caro su apoyo en caso de una segunda vuelta.
Mientras tales incógnitas se definen, es evidente que la competencia ya comenzó. La escogencia de Óscar Iván Zuluaga como representante del Centro Democrático pone su nombre en el partidor, tras una convención que dejó como gran derrotado al exvicepresidente, Francisco Santos.
Ahora el reto del exministro de Hacienda es utilizar el trampolín de su nominación para verse como un candidato viable, tras haber aparecido rezagado en las encuestas hechas hasta ahora.
Remontar la cuesta del desconocimiento parece difícil, pero no es imposible, sobre todo cuando queda tanto tiempo antes de la cita de mayo del 2014.
A su favor, Zuluaga tendrá el activismo de los candidatos del movimiento uribista, interesados en conseguir una buena tajada de las curules del Congreso y, por supuesto, el apoyo decidido del expresidente a quien considera su mentor.
No menos importante es la posibilidad de presentarse a los votantes como alguien de provincia, que comenzó su carrera siendo concejal de un pueblo de Caldas, y que a punta de persistencia y capacidad llegó a posiciones elevadas en el Estado.
En contraste con un mandatario descrito como elitista y bogotano, su primer contendor formal puede decir que se encuentra más conectado con las necesidades y aspiraciones del colombiano promedio.
Ante esa posibilidad, el peor error que puede cometer Santos es el de menospreciar a su rival, pues aquí sí que se aplica aquella máxima que sostiene que ‘no hay enemigo pequeño’, y menos el representante de una colectividad que lo ataca con particular virulencia.
En tal sentido, el Presidente necesita afinar su mensaje si quiere seguir en su cargo, no solo para responderles a sus opositores, sino para congraciarse con el electorado que, según los sondeos, ve con malos ojos su eventual reelección.
En consecuencia, seguir pregonando a diestra y siniestra las ejecutorias del Gobierno, sin reconocer las fallas o los atrasos que se han presentado, es un error.
Tampoco estaría de más que el mandatario se declare insatisfecho con lo hecho hasta ahora y se sintonice más con la percepción que tienen los ciudadanos de cómo van las cosas en el país, entre otras razones, para que sus propuestas con miras a la gestión que termina en el 2018 se vean renovadas y no sean simplemente más de lo mismo.
Mención aparte merecen los diálogos de paz que, de manera indeseable, formarán parte de un debate electoral que será intenso, lo cual hace propensa su marcha a la coyuntura política.
Así, el tema de las Farc también será incorporado a un escenario de confrontación que en cuestión de días aumentará su volumen. Solo queda esperar que el ruido que genere no sea ensordecedor ni paralice decisiones que son claves para un país que, gane quien gane, necesita seguir caminando hacia adelante.
Ricardo Ávila Pinto
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