Algo es algo. Así se podría resumir el desempeño de Colombia en el Reporte Global de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial, una entidad con sede en Suiza, que en la presente ocasión les tomó el pulso a 144 países. De acuerdo con el informe, logramos avanzar tres puestos al pasar del 69 al 66, una mejoría que puede ser considerada modesta, pero que tiene de significativo que por fin volvimos a escalar posiciones después de estar estancados en el mismo lugar durante un buen tiempo.
La nota que recibimos en la presente ocasión, de 4,2 sobre un máximo posible de 7, salió del análisis de una docena de parámetros o pilares que incluyen a su vez más de un centenar de mediciones. Algunas de ellas son subjetivas –producto de encuestas y sondeos– y otras objetivas, respaldadas por lo que se conoce como cifras ‘duras’. En tal sentido, puede existir un sesgo, si quienes son consultados sobre la situación de tal o cual tema son más rígidos que en otras latitudes para calificar la realidad.
Aun asumiendo ese riesgo, el objetivo es medir la competitividad de una determinada economía, que sus autores definen como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”. En último término, un nivel más alto en el ranking significa no solo una mayor prosperidad potencial, sino la capacidad de crecer de manera más sostenida en el tiempo.
Quizás por ello, hay pocas sorpresas en el listado de los que a mejor les va, aunque el orden es menos obvio.
Suiza es la número uno, seguida por Singapur, Estados Unidos, Finlandia y Alemania. Entre los primeros diez hay seis países europeos, algo que puede sonar llamativo si se tiene en cuenta que muchos siguen tratando de dejar atrás el fantasma de la recesión, pero que igual incorpora ventajas que se expresan en un buen nivel de vida.
En lo que atañe a América Latina, el más destacado es Chile en el puesto 33, a considerable distancia de Panamá (48), Costa Rica (51), Brasil (57), México (61) y Perú (65). Como queda claro, estamos en posiciones intermedias en la región, así nos sirvan de consuelo los casos de Argentina (104) o Venezuela (131).
Más allá de esas comparaciones, vale la pena mirar cuál fue la causa de nuestro progreso. El salto más notorio fue el del uso de tecnologías de la información y las comunicaciones, gracias a lo cual subimos más de 20 lugares en la categoría. También hay que resaltar lo sucedido en el renglón de la infraestructura –en el que la ganancia fue de 8– por cuenta de los puertos y los aeropuertos.
Aparte de lo anterior, nos va muy bien en áreas como ambiente macroeconómico (29 en la muestra) y tamaño del mercado (32). Igualmente, se puede describir como aceptable la nota obtenida en educación superior o sofisticación del ambiente de los negocios.
Hechos los reconocimientos, es indispensable concentrarse en aquellos aspectos en donde se encienden las luces amarillas. De tal manera, el pilar más débil es el de instituciones en el que somos 111 en el mundo. Nos va mal en la calidad del sector público (123) o en todo lo relacionado con ética y corrupción como los desvíos de fondos estatales (128). La confianza en los políticos es baja (128), al igual que en la independencia judicial (112).
Pero lo peor de todo es la seguridad, pues estamos en el lugar 137. Tanto el costo del terrorismo, como el de la violencia, al igual que la presencia del crimen organizado, nos relegan a la parte más baja de la tabla.
Todo lo anterior, deja en claro cuáles son las tareas que hay que hacer, no solo si queremos mejorar en las mediciones de competitividad, sino también como país. Aunque hay más, los pendientes se resumen en infraestructura física e instituciones, los dos elementos que son el gran cuello de botella que le impiden a Colombia progresar más rápido.
Ricardo Ávila Pinto
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