Para alguien que vivió en Londres durante largos años, tanto como estudiante y como joven profesional, resulta especialmente significativo volver a la capital británica encabezando una visita de Estado. Quienes conocen a Juan Manuel Santos afirman que el Presidente considera la invitación que recibió de la reina Isabel II como uno de los mayores logros de la política internacional de su administración, entre otras porque el mandatario es el único de los muchos que han pasado por la metrópoli vecina del Támesis, en recibir semejante tratamiento este año.
Más allá de los actos protocolares, que incluyen citas al más alto nivel, recepciones y banquetes, la ocasión debería servirle al actual inquilino de la Casa de Nariño para reflexionar sobre el estado de su administración y los retos que le quedan en los cerca de 21 meses que restan hasta el 7 de agosto del 2018. Sin negar que por ahora la agenda del Gobierno está llena de urgencias, que incluyen la formulación de un nuevo acuerdo de paz con las Farc y la aprobación de la reforma tributaria, se requiere una estrategia clara en múltiples frentes.
Pisar de nuevo el país en el que Santos se siente más a gusto, aparte del suyo, coincide con una época particularmente compleja en la historia del Reino Unido. A pesar de que la decisión de dejar la Unión Europea todavía no ha comenzado a implementarse, los coletazos del ‘Brexit’ ya empiezan a verse.
La libra esterlina está de capa caída y todo apunta a un alza significativa de la inflación, combinada con una recesión seria, en la medida en que los atractivos de pertenecer al bloque comunitario desaparecen.
Mantener la mano firme en el timón es un desafío enorme para la primera ministra Theresa May, quien juega entre el aislacionismo y conservar algunas preferencias con los que han sido sus socios al otro lado del Canal de la Mancha, con quienes el diálogo no va bien. El clima gris, tan típico de esta época del año, es el marco natural perfecto para una Gran Bretaña que hoy enfrenta grandes incógnitas, que incluyen el independentismo escocés, la inmigración de personas y la marcha de una economía que ha perdido su lustre.
El clima gris, típico de esta época
del año, es el marco natural perfecto para la realidad actual de la Gran Bretaña.”
Lo sucedido al otro lado del Atlántico deja como lección el peligro de liberar fuerzas casi imposibles de controlar. Tras el plebiscito del 2 de octubre, Colombia se enfrentó a un panorama similar que habría creado un enorme vacío institucional, sin luz al final del túnel.
La diferencia es que los partidarios del ‘Sí’ y del ‘No’ entendieron que es mejor llegar a un entendimiento para que la opinión dividida en las urnas se una. El desenlace está por verse, pero la luz de esperanza sigue encendida todavía.
No obstante, también es claro que hay que tener la rienda corta en los asuntos propios del Ejecutivo. Diferentes episodios vuelven a dar la impresión de que más de un tema pasa por debajo del radar presidencial, por lo cual la toma de decisiones clave se demora o hay que salir a apagar incendios que se podrían evitar.
Un caso típico es la interinidad en el Ministerio de Educación, la cartera encargada de manejar uno de los temas prioritarios de la administración. Mantener acéfalo el cargo disminuye el ritmo en una entidad que enfrenta desafíos como el de la propia calidad de la enseñanza.
Más complejo todavía es preservar la armonía dentro del gabinete. Aunque, en principio, la controversia entre el Vicepresidente y el titular de Hacienda se superó, el mensaje hacia afuera es el de un equipo cuyo director no logra controlar a sus jugadores.
No hay duda de que parte del desorden tiene que ver con la coyuntura y la proximidad de la época electoral, que hace prever el retiro de un buen número de funcionarios. Pero más allá de las aspiraciones de cada uno, las cosas deben hacerse, así sean difíciles, y los colaboradores aconductarse. Eso pasa en Londres, incluso en estos tiempos. Ojalá suceda lo mismo en Bogotá.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto