Desde el punto de vista de las predicciones, los observadores no se equivocaron cuando dijeron que la junta directiva del Banco de la República dejaría quieta, en su sesión del viernes, la tasa de interés que les cobra a las entidades financieras por prestarles fondos temporalmente. El hecho de que la determinación haya sido adoptada por unanimidad sugiere que no hay diferencias sobre el rumbo de la política monetaria, al menos con miras al futuro cercano.
La falta de noticias en ese frente no quiere decir, sin embargo, que la reunión de la semana pasada haya sido un mero evento de trámite. Y es que más allá del parte de calma que se entregó sobre la marcha de la inflación o las primas de riesgo con las que se negocian afuera los bonos de deuda pública colombiana, también se dieron señales que no pasaron desapercibidas.
La más notoria llegó en un comunicado aparte y está relacionada con la puesta en marcha de un mecanismo de acumulación de reservas internacionales. El motivo para adoptar un esquema que le permitiría al Emisor adquirir hasta 400 millones de dólares mensuales es la señal de que la línea de crédito flexible que el país tiene vigente con el Fondo Monetario Internacional podría reducirse en el 2019.
Tal parece que la situación de Argentina –que usará 57.100 millones de dólares provistos por el organismo multilateral– tiene que ver en el asunto. No obstante, dado el cambio en las circunstancias globales, por cuenta del fortalecimiento del dólar, las mayores tasas de interés y la salida de capitales hacia las naciones más desarrolladas, vale pena contar con un colchón de seguridad más grueso para evitar eventuales dolores de cabeza. Aunque los académicos sostienen que no es así, es posible que la política presione de manera puntual la devaluación del peso frente al billete verde.
Por otra parte, no hubo noticias alentadoras sobre la marcha de la economía. A pesar de que hay entidades que consideran que la tasa de crecimiento superará ligeramente las previsiones hechas para el 2018, el Banco de la República mantuvo su pronóstico de 2,7 por ciento, con respecto al aumento del Producto Interno Bruto.
Ello implica que el segundo semestre será un poco más dinámico que el primero, pero que la diferencia no será mucha. Términos como “debilidad” e “incertidumbre” volvieron a ser mencionados.
Las mediciones disponibles confirman que la reactivación del consumo ha sido tímida. Para la firma Raddar, el sorpresivo aumento en la cuenta del impuesto de renta que golpeó con fuerza a los asalariados que ganan más de cinco millones de pesos al mes, se sintió negativamente sobre la demanda de los hogares. Por otro lado, la expectativa de un paquete tributario que asegure el financiamiento del presupuesto del 2019 lleva a personas naturales y jurídicas a posponer varias decisiones de compra o inversión.
Y aunque la esperanza es que el año que viene el ritmo de la actividad económica sea un poco más elevado, desde ya se indica que hay riesgos presentes que pueden comprometer el pronóstico de una expansión del 3,7 por ciento en el PIB. Tanto el comportamiento reciente de la confianza de consumidores y empresarios, como el del mercado laboral, han influido en cierto enfriamiento del ánimo.
Lamentablemente, el espacio para compensar esa falta de entusiasmo con una baja adicional en los intereses es inexistente. Dadas las presiones en el ámbito mundial y la posibilidad de que el anunciado fenómeno de ‘El Niño’ influya sobre los precios al consumidor, todo apunta a una vuelta de tuerca en el costo del dinero dentro de unos meses. Por eso, el optimismo de unas semanas atrás parece haber sido reemplazado por una visión más sobria, según la cual la llegada de la ‘vacas gordas’ todavía se demora.