En la madrugada del domingo, justo en la fecha en que el país se encontraba con los ojos puestos en la jornada electoral, el oleoducto que une a Caño Limón, en Arauca, con el puerto de Coveñas, en el Golfo de Morrosquillo, reanudó sus operaciones. Se terminaron así dos meses de parálisis desde el 25 de marzo, cuando un atentado ocurrido en inmediaciones de la vereda La China, ubicada en el municipio de Toledo, en Norte de Santander, averió un tramo de la línea que tiene 770 kilómetros de longitud.
No es, ni mucho menos, la primera vez que eso sucede. A lo largo de casi tres décadas la tubería ha sido objeto de más de 1.300 ataques dinamiteros que han ocasionado un daño ecológico incalculable en lo que hace a la flora y la fauna nativa, aparte de dejar sin agua a poblaciones enteras por espacio de semanas.
Como es bien conocido, este es uno de los objetivos preferidos de los grupos guerrilleros que operan en la zona, principalmente el Eln, aunque las Farc también hacen de las suyas de tiempo en tiempo. En la presente ocasión, las autoridades sostienen que los primeros fueron los responsables del daño que, en contra de lo que es usual, no pudo ser reparado en cuestión de días.
La razón es que todo sucedió en un terreno propiedad de la comunidad U’wa, que se encuentra por fuera de los límites del resguardo indígena definido y ampliado a finales del siglo pasado. A pesar de esa circunstancia, algo más de medio centenar de sus integrantes se opusieron a la presencia de los equipos encargados de taponar la fuga, ante lo cual fue necesario establecer un mecanismo de diálogo que solo llegó a un acuerdo a comienzos de mayo.
Sin entrar a debatir los argumentos de lado y lado, el hecho es que el oleoducto sufrió la suspensión más larga en sus 28 años de historia. El balance muestra que se dejaron de producir 4,4 millones de barriles de petróleo valorados en 450 millones de dólares, de los cuales dos terceras partes corresponden a regalías, impuestos y dividendos eventualmente pagados por Ecopetrol. Ante lo sucedido, se suspendieron 590 contratos de trabajo, por cuenta de la declaratoria de un hecho de fuerza mayor.
A lo anterior, hay que agregar 36 millones de pies cúbicos de gas por día, correspondientes al campo Gibraltar que se explota en la zona. Para completar, el recién inaugurado Oleoducto Bicentenario, que se une con el de Caño Limón, en Banadía (Arauca), también tuvo que detener su funcionamiento, por lo cual fue obligatorio retornar al transporte por carrotanque de crudos originados en Meta y Casanare.
Pero aparte de las cuantiosas pérdidas, la pregunta que ronda al sector es lo que puede suceder a partir de la medianoche del miércoles, cuando expira la tregua unilateral que Farc y Eln decretaron en conjunto, con ocasión de la primera vuelta presidencial. Si bien las Fuerzas Militares habrían reforzado la estrategia que tienen para impedir nuevos atentados mediante el uso de más herramientas tecnológicas, mayor número de efectivos y mejor inteligencia, cubrir una extensión tan amplia no es una labor sencilla ni exenta de riesgos. En lo corrido del 2014, han resultado heridos 29 soldados en Arauca y Norte de Santander por proteger la tubería.
No obstante, lo que está en juego va mucho más allá. Dado el resultado de los comicios del domingo es evidente que un importante grupo de ciudadanos considera que una negociación como la que sigue en marcha actualmente es inconveniente si las acciones violentas persisten. Por lo tanto, otra escalada dinamitera en contra de la infraestructura petrolera puede traer como consecuencia no solo la suspensión del bombeo y el derrame de más barriles de crudo, sino un menor margen de maniobra para quienes impulsan los diálogos de paz. Y eso también se traduciría en más costos para la sociedad colombiana.
Ricardo Ávila Pinto
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