En los últimos días, han abundado los escritos y comentarios sobre los dos primeros años del gobierno de Juan Manuel Santos.
Ahora que comienza la segunda mitad, es necesario ocuparse de los temas que deberían encabezar la agenda, sobre todo en el plano económico.
Hay que reconocer que más allá de la compleja situación internacional, el punto de partida del país en la etapa que conduce a agosto del 2014 es bueno, con un crecimiento aceptable y la inflación bajo control.
En tal sentido, más que cambiar el rumbo, de lo que se trata es de mejorar el ritmo de las transformaciones y, por supuesto, no salirse del camino, pues en todo caso, hay que prestarle atención a los riesgos, que abundan.
De manera general, se puede decir que lo primero que no se puede descuidar es la necesidad de mantener un ambiente propicio para la inversión. En pocas palabras, hay que contar con buenas normas de juego en el campo regulatorio, pero también cuidar asuntos que son especialmente sensibles para los empresarios.
Uno de los que resulta primordial es la seguridad. No solo combatir la actividad terrorista, concentrada en un puñado de poblaciones, es importante.
Aparte de luchar contra el crimen común en las ciudades, es clave ganarle la batalla a la extorsión, que cada vez permea más actividades, tanto en la construcción, la industria, el comercio y los demás servicios.
Como si fueran un cáncer, prácticas como el ‘boleteo’ o la ‘vacuna’ tienen que ser controladas a tiempo.
Otro tema fundamental es el de la ejecución de los presupuestos públicos.
En contraste con lo que había sido tradicional en Colombia, ahora el principal cuello de botella no es la falta de recursos, sino la capacidad de gestión para que los proyectos –en especial los viales– se completen en el tiempo establecido originalmente. Trámites como la negociación de predios, las licencias ambientales o consultas a las comunidades deben surtirse con mayor rapidez que la vista hasta ahora.
Un tercer punto que merece atención es el de centrarse en desenredar varios nudos gordianos. Quizás, el más complicado de todos es la salud, que a pesar de los anuncios recientes de alivio a diferentes eslabones de la cadena, permanece en cuidados intensivos.
El motivo es que el sistema actual –con sus beneficios ilimitados– es insostenible. Aunque es más fácil girar un billón de pesos aquí y otro allá, la relativa holgura fiscal no puede ser excusa para acabar con tanto entuerto.
También hay que prestarle mayor atención a la apreciación del peso, que incide en el desempeño de sectores como la industria y la agricultura.
El ‘peloteo’ del problema entre el Ejecutivo y el Banco de la República les sirve muy poco a las actividades que enfrentan dificultades, lo cual puede seguir incidiendo negativamente sobre la producción y el empleo.
No sobraría, tampoco, una política manufacturera más coherente, mediante la cual se envíe el mensaje de que el país va a luchar lo que sea necesario para contar con una base diversificada.
En respuesta a los planteamientos hechos, alguien podría decir que las políticas de la presente administración han estado orientadas desde el 2010 al bienestar y la buena marcha de los ramos mencionados.
Sin embargo, el balance sería muy diferente si en este segundo tiempo la Casa de Nariño decide recoger la cuerda y establecer un mecanismo de seguimiento más cercano que el del reporte periódico de los ministros.
Para decirlo con claridad, si Santos quiere cerrar su gestión con broche de oro, no le queda otro camino que estar encima de los temas y cambiar la estrategia de la delegación por la de la gerencia cercana.
De lo contrario, corre el peligro de que las promesas incumplidas –como la de “ejecutar, ejecutar y ejecutar”– se le sigan acumulando, lo cual afectaría la gobernabilidad en un país que simplemente desea que, tras décadas de anuncios que producen esperanza, esta vez se pueda pasar del dicho al hecho.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co