Si alguien dijo alguna vez que Colombia se caracteriza por ser un país en donde abundan las contradicciones, ahora tiene un elemento adicional para afirmarlo. Esa es la impresión que surge al ver el resultado de dos encuestas que aparecieron en días sucesivos y cuyas conclusiones dan para más de una reflexión.
Según la primera, elaborada por la firma Cifras y Conceptos y dada a conocer en la noche del martes, 71 por ciento de los colombianos se considera muy optimista, mientras que un 26 por ciento adicional dice ser optimista a secas. Puesto de otra manera, aquí no hay espacio para el pesimismo, como lo demuestra el hecho de que una inmensa mayoría de quienes contestaron cree que en el próximo año su vida va a mejorar o permanecer igual, ya sea en materia de ingresos o situación sentimental, entre otras cuestiones.
Ese buen ánimo, sin embargo, no se extiende a la coyuntura nacional. Ayer apareció el más reciente informe del Gallup Poll, que desde hace un par de décadas le toma el pulso a una serie de temas. Frente a la pregunta sobre si las cosas en el país van por buen o mal camino, 18 por ciento se inclinó por la primera opción, mientras que dos terceras partes se fueron con la segunda.
No es usual que la gente vea el vaso medio lleno, aunque otra cosa es que lo vea así de vacío. De hecho, aparte de la foto tomada en agosto del 2013 en pleno paro agrario, hay que remontarse a comienzos de siglo –en las postrimerías del gobierno de Andrés Pastrana– para encontrar un clima de negativismo similar.
La diferencia es que en aquella época las cosas no andaban bien para muchos, pues el desempleo superaba el 15 por ciento y los coletazos de la crisis de 1999, que trajo la peor contracción económica en más de siete décadas, todavía se sentían. Ahora, las cifras oficiales muestran otra cosa y eso se nota en el ánimo individual de los ciudadanos. No obstante, en materia colectiva el veredicto es de una apabullante desesperanza.
¿Cómo se puede ser tan optimista cuando en Colombia las cosas andan tan mal? El interrogante es objeto de múltiples debates desde hace tiempo. Los expertos señalan que la gente siente que controla su realidad cercana, pero no la del entorno. El círculo familiar o el de las amistades le dan seguridad, al igual que la mejora en la calidad de vida, pero eso no ocurre con los gobernantes o el manejo que le dan a los grandes problemas nacionales.
Y hablando de estos últimos, es indudable que pesaron en los resultados del Gallup Poll. El cuestionario fue aplicado justo tras las muertes de once militares, ocasionadas por un ataque de las Farc en el Cauca, que despertaron una oleada de indignación. Coincidió también con la declaratoria del paro de maestros, que tiene sin poder asistir a los centros educativos a más de ocho millones de niños.
Debido a ello, el lente con que se observan las cosas es muy oscuro. Prácticamente, todos los temas se ven empeorando, incluyendo los relacionados con la economía. De tal manera, la inflación y el desempleo son calificados ácidamente, más allá de que las estadísticas digan otra cosa.
El principal damnificado de esa apreciación es Juan Manuel Santos, cuyos números relativos a la aprobación de su gestión se deterioraron sensiblemente. En cambio, Álvaro Uribe recuperó una buena parte del lustro perdido por estar en la oposición.
Más allá de la coyuntura, sin embargo, hay una dicotomía evidente. Ante la pregunta hecha por el Gallup Poll sobre si “está satisfecho con su estándar de vida”, el 57 por ciento de los encuestados respondió que sí, dos puntos más que en febrero. Dicho de otra forma, mientras la sensación de que Colombia va peor sube, sus habitantes se sienten mejor que antes. Y ese divorcio entre la percepción de lo nacional y lo personal es una mezcla que no solo es difícil de comprender, sino que es perniciosa.
Ricardo Ávila Pinto
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