Hoy 8 de marzo el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer que, de acuerdo a las Naciones Unidas, este año se destinará al papel de la tecnología y la digitalización en la inclusión femenina. Como es tradicional esta conmemoración se convierte en la oportunidad para medirle el pulso al estado de la brecha de género en Colombia desde múltiples frentes que van desde la violencia de género hasta las diferencias salariales pasando por la salud sexual-reproductiva y la participación política.
Poniendo la lupa en la economía el panorama de las mujeres es agridulce. Por un lado, la reactivación económica en los dos años anteriores generó una importante recuperación del empleo femenino, en especial en los sectores de comercio, restaurantes y actividades de entretenimiento. Por el otro, las brechas laborales se mantienen: según el Dane entre 2014 y 2022, la tasa de desempleo de las mujeres ha sido en promedio 5,6 puntos porcentuales superior que la de los hombres.
No sorprende entonces que, en cuanto a pobreza monetaria, los hogares pobres con jefatura femenina superan en casi seis puntos porcentuales a aquellos con hombres a la cabeza. A lo anterior se deben añadir los cálculos, también del Dane, que atribuyen a las colombianas una mayor carga global de trabajo y un promedio de más de tres horas de dedicación a trabajo no remunerado, como la atención a los hijos. El llamado “trabajo doméstico y de cuidado no remunerado” registra hoy un valor de $230 billones frente, por ejemplo, a $210 billones de las actividades comerciales.
Sería incorrecto afirmar que los impactos de la pandemia sobre las mujeres en el país ya fueron superados. No basta con los puestos de trabajo recuperados ya que aún ellas sufren la carga del cuidado de hijos y de adultos mayores, así como el regreso a la presencialidad en muchos sectores de servicios y comidas que emplean muchas mujeres. El proyecto de reforma laboral, en construcción por el Gobierno, ofrece una ventana para brindar a las trabajadoras algunas herramientas para flexibilizar sus jornadas y acomodar sus necesidades en términos de maternidad, hogar y equidad.
A nivel empresarial es justo reconocer que la discusión alrededor de las brechas de género ha venido ganando espacio, en especial en las compañías más grandes o con nexos con el extranjero. Según datos del Cesa en firmas que cotizan en bolsa en Colombia el porcentaje de mujeres en sus juntas directivas viene subiendo y alcanzó 21,5%, y en las 200 empresas cerradas más grandes está en 17%. A pocas semanas de arrancar la temporada de asambleas, es un momento propicio para seguir avanzando en la meta de llegar al 30% de mujeres en estos cuerpos directivos.
Un reto similar enfrentan las mujeres de las juntas hacia abajo pasando por los cargos de presidencias y de la primera línea ejecutiva. El álbum de los líderes de los grupos empresariales con mayores ingresos del país continúa con una presencia masculina demasiado grande. La mirada femenina a la dirección corporativa en muchos sectores productivos no solo debe ser bienvenida sino que traerá más que un liderazgo nuevo, una mirada diferente a los desafíos de guiar compañías en el actual entorno de incertidumbre.
En la pos-pandemia la sociedad colombiana tiene el deber ético de buscar mitigar y compensar el choque social que la covid infligió en las mujeres de nuestro país. Y el protagonismo femenino en la economía y en las empresas debe traducirse en mayores cargos de dirección para ellas.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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