El pasado fin de semana el temor de un pánico financiero, similar a la crisis de Lehman Brothers de 2008, recorrió Estados Unidos ante el colapso del Silicon Valley Bank (SVB). Este banco californiano, especializado en financiar emprendimientos de base tecnológica y capital de riesgo, contaba con alrededor de US$175 mil millones en depósito y US$209 mil millones en activos a finales del año pasado: el decimosexto en tamaño en ese país.
Se podría afirmar que el SVB, cuya caída es la segunda más grande en la historia bancaria estadounidense, fue víctima de su “propio éxito”, como lo afirmó Andy Kessler, columnista de The Wall Street Journal. Atendiendo a los inversionistas de start-ups y emprendedores, el hoy colapsado banco incrementó aceleradamente sus depósitos en medio de la bonanza que significó la pandemia de covid-19 para las compañías tecnológicas y de la economía digital.
No obstante, la reactivación económica pos-coronavirus condujo a niveles históricos tanto de inflación como de altas tasas de interés, liderados por un alza de 450 puntos básicos en un año por la Reserva Federal. Como una parte sustancial de esos millonarios recursos fueron invertidos en bonos del Tesoro de largo plazo, la política monetaria estadounidense terminó por hundir el valor del portafolio de bonos de SVB. Por otro lado, el sector tecnológico, en especial el movido por capital de riesgo, disminuyó su dinamismo recientemente, ‘secando’ el flujo de depósitos que llegaban a las arcas del banco.
Tomando prestado al corto plazo desde los depositarios y prestando al largo plazo, en un entorno de alto costo del dinero, el SVB incurrió en graves errores de administración y de decisiones financieras. Al final, cuando numerosos clientes retiraron masivamente sus depósitos, el banco se hundió. Le siguió la caída de Signature, otro banco con exposición a la tecnología y a los inversionistas en criptomonedas, que se convirtió en el tercer colapso bancario más grande de la historia de EE. UU.
Las autoridades financieras norteamericanas -la Reserva Federal, el departamento del Tesoro y la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC)- actuaron de manera rápida para frenar el contagio a otras instituciones y para calmar a los mercados.
Anunciaron que los cuentahabientes recuperarían no solo los US$250 mil que garantiza la norma sino la totalidad de sus depósitos. Esto ha despertado críticas frente a la posibilidad de ‘riesgo moral’, es decir, que, al salvar a los depositarios de su irresponsabilidad, el gobierno ha terminado por eliminar la penalidad del mal comportamiento y, de cierta manera, estimulando la posibilidad de que se repita en el futuro. La crisis ha generado llamados a una regulación más estricta sobre los bancos de tamaño mediano como el SVB, los cuales están exentos de ciertos requisitos y obligaciones. De hecho, el banco central de Washington informó que pondera imponer reglas más duras de liquidez y requerimientos de capital a instituciones financieras que hoy no necesitan cumplirlas, y que la caída del SVB está bajo investigación. Si bien la marea parece empezar a calmarse, es el momento para que los reguladores financieros y el sistema bancario en EE. UU. aprenda las lecciones que deja este colapso de 2023.
La Superfinanciera manifestó que las entidades bancarias colombianas y otras como los fondos de pensiones tienen una baja exposición. Por eso, es incluso riesgosa la invitación del presidente Petro a las AFP a “traer al país” esos recursos. Afortunadamente, no se ha presentado un impacto directo ni significativo.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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