Podría haber sido peor. Ese es tal vez el único consuelo que queda después de conocer el reporte entregado el viernes por el Dane, con respecto al comportamiento de la economía colombiana durante el primer trimestre del 2017. Y es que de no ser por el salvavidas de la agricultura y el aceptable comportamiento de los establecimientos financieros, la historia habría tenido un desenlace todavía más inquietante.
La expansión de 1,1 por ciento en el Producto Interno Bruto no solo es la más débil en más de un lustro, sino que refleja la magnitud de la desaceleración en diferentes actividades, pues cinco de las nueve categorías que componen el indicador mostraron cifras en rojo. El ritmo alcanzado es menos de la mitad que el 2,7 por ciento registrado en igual periodo del año pasado, y plantea interrogantes hacia el futuro.
Y es que la gran duda de los analistas radica en si hay alguna manera de salvar el partido. Al respecto, unos y otros coinciden en que lo más importante es conseguir que el consumo de los hogares avance con mayor rapidez, después del tropezón visto entre enero y marzo.
Las señales iniciales sugieren que algo así está pasando. La firma Raddar, especializada en el tema, sostiene que el ritmo del declive es menor a medida que el calendario avanza. De un lado, las familias asimilaron, en parte, el impacto de la reforma tributaria sobre el bolsillo, mientras que el descenso en los precios de los alimentos que forman parte esencial de los hábitos de nutrición de los colombianos, también ha dado un respiro.
No obstante, para que esa tendencia se consolide, es fundamental que la reducción en la tasa de interés empiece a ser sentida de manera inequívoca por los usuarios del crédito. El llamado hecho por el Ministro de Hacienda a los bancos es legítimo, así el tono haya sido más confrontacional de lo que era necesario.
Ojalá el Gobierno se aplique con la misma vehemencia a hacer las tareas que tiene pendientes. La infraestructura evitó que la contracción en el ramo edificador fuera peor todavía, pero eso no quiere decir que la locomotora de las obras esté andando como se debe. Por ejemplo, hay que encontrar soluciones que permitan que los cierres financieros pendientes en las concesiones de cuarta generación se logren, para que aumente el movimiento de tierra y maquinaria, además de la contratación de personal.
No menos importante es conseguir la aprobación de la adición presupuestal que por fin recibió la luz verde de las comisiones del Congreso la semana pasada, un mes después de lo que se pensó originalmente. Tal parece que las presiones de los parlamentarios, cuya prioridad es conseguir prebendas para asegurar su reelección en las legislativas de marzo, entorpece la marcha de la propuesta.
Tampoco se puede descuidar el Ejecutivo a la hora de conservar el clima social. La temporada de protestas es intensa, y junto a reclamos como los de Buenaventura, en donde hay más promesas que realizaciones, están los que quieren pescar en río revuelto y acuden a las vías de hecho. Muy preocupantes son los incidentes que han conducido al cierre de casi 300 pozos de Ecopetrol en el Meta y Santander, sin que la respuesta de las autoridades a la hora de evitar el vandalismo se pueda calificar de ejemplar.
Si no hay reacción a tiempo, se corre el peligro de que una alteración temporal, acabe teniendo efectos permanentes sobre la economía. Pareciera, a veces, que las duras lecciones que dejó el paro camionero de hace un año no se aprendieron del todo.
Por tal motivo, la Casa de Nariño necesita recoger la cuerda, con el fin de exigirles más a los ministros y los altos funcionarios, para que estos ayuden a apagar los incendios a tiempo. Dejar las cosas en manos de la Secretaría General de la Presidencia no necesariamente es la solución ideal, si se trata de evitar que el PIB pague los platos rotos y el crecimiento siga estando por debajo de lo que se requiere.
Editorial
Hay que recoger la cuerda
Tras el mal dato de crecimiento del primer trimestre, el reto para el equipo económico es lograr un repunte que salve el año.
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Ricardo Ávila
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