Queda menos de una semana para que termine la incertidumbre con respecto a la suerte de los acuerdos negociados entre el Gobierno y las Farc en La Habana, y cuya firma formal tendrá lugar hoy en Cartagena.
La presencia de un amplio número de invitados internacionales, que incluye jefes de Estado de la región, cabezas de organismos multilaterales y diplomáticos de todas las latitudes confirma que el mundo ve con buenos ojos que se le ponga fin a un conflicto de más de medio siglo, cuyo saldo de víctimas se mide en millones.
Lamentablemente, ese grado de unanimidad no se ve en Colombia, presa todavía de la polarización entre los partidarios del ‘Sí’ y del ‘No’. Explicar a los extranjeros que la opinión interna se encuentra divida no es fácil, sobre todo cuando se miran experiencias similares que han salido adelante en otros lugares del planeta y en las cuales las concesiones comparables resultaron ser mucho mayores.
Por otro lado, están quienes se concentran en los efectos posibles de una mejora en las condiciones de seguridad del país. Desde hace meses los académicos hablan del conocido dividendo de la paz, que no es otra cosa que el alza en las posibilidades de crecimiento de una economía que actualmente avanza a un ritmo mediocre.
Los trabajos académicos al respecto abundan y se agrupan en dos categorías. De un lado están los estudios que miran el costo de la confrontación interna, no solo en términos de los recursos que se deben destinar a la seguridad, sino a las consecuencias que la falta de esta tiene sobre la población. En el caso concreto de las zonas rurales, los análisis comprueban que el alfabetismo es más bajo, las oportunidades laborales escasas y la pobreza supera con creces los promedios de las áreas urbanas.
Por otra parte, están los documentos que miran lo que podría venir en caso de que los miles de guerrilleros de las Farc efectivamente depongan las armas y el espacio que dejan sea ocupado por las instituciones estatales. En algunos casos, se mira lo sucedido en procesos similares, mientras que en otros, se examinan escenarios que incluyen un crecimiento de sectores -como el agropecuario- que supere los parámetros históricos, con las consecuencias que ello podría tener sobre el crecimiento y el empleo.
Siempre, la conclusión es que a la economía colombiana le iría mucho mejor en el mediano y largo plazo. Las discrepancias se encuentran en el tamaño del impulso adicional, pues los cálculos oscilan entre tres décimas y dos puntos porcentuales al año. No obstante, el mensaje es que la pendiente de crecimiento sería más alta, así haya diferencias sobre su inclinación.
Como colofón, se encuentran las advertencias sobre un dividendo negativo, en caso de que la esperanza del fin del conflicto se convierta en frustración, ya sea porque en el plebiscito del domingo próximo triunfe el ‘No’ o porque la etapa que sigue salga mal. Un deterioro en la percepción del país elevaría el riesgo político y, probablemente, sería castigado por las firmas calificadoras.
El efecto inmediato sería un salto de la tasa de cambio, pero el problema más serio se vería en los índices de inversión foránea y local, lo que podría dar origen a un círculo vicioso e indeseable, cuya cuenta sería pagada por toda la población.
En conclusión, la disyuntiva es más de lo mismo, o un escenario distinto y prometedor, al cual hay que agregarle una enorme dosis de trabajo para convertirlo en realidad. El bono que resultaría de aprovechar el potencial agrícola que tenemos, junto con el de elevar los ingresos de cientos de miles de hogares que hoy apenas alcanzan a subsistir, resultaría en un cúmulo de oportunidades para el sector privado, ante la expansión del consumo interno.
El camino será difícil, pero es el que llevaría más rápido a niveles de progreso más elevados. Por ese motivo es que la paz es el mejor negocio colectivo que podremos hacer en la vida.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto
El círculo virtuoso
El camino será difícil, pero llevaría a niveles de progreso más elevados. Por eso es que la paz es el mejor negocio que podremos hacer en la vida.
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