Este jueves la economía global sufrió otra jornada desastrosa como la del lunes pasado. El “coronacrash” sacudió las bolsas de valores del mundo generando bajas históricas en Estados Unidos, Europa y América Latina.
Wall Street tuvo su peor día desde el “crash” de 1987 al caer casi un diez por ciento mientras que Londres, por ejemplo, cayó 11 por ciento. Un desplome similar experimentó el índice Colcap de la Bolsa de Valores de Colombia con 9,35 por ciento.
Lo preocupante de estas caídas históricas es que se presentaron a pesar de sendos anuncios de intervenciones de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y el Banco Central Europeo. Si bien la FED se comprometió a inyectar billones de dólares a los préstamos de corto plazo y ante la negativa de los europeos de reducir sus tasas de interés, los mercados le respondieron a los directores de la política monetaria con más temor e incertidumbre. En otras palabras, los inversionistas no confían en la efectividad de las medidas tomadas por los bancos centrales.
No se puede olvidar que lo que está en juego aquí es que en corto tiempo la economía global tome el camino de la recesión.
Lo peor es que el pánico en la bolsa de Nueva York fue desatado por las declaraciones de Donald Trump. En un discurso de la noche del miércoles, el mandatario estadounidense anunció la prohibición de viajeros desde Europa hacia Estados Unidos por treinta días.
La decisión de la Casa Blanca no solo aumentó la incertidumbre dentro de los inversionistas sino también confirmó el abordaje aislado que la mayoría de las potencias del mundo están adoptando para enfrentar la pandemia global. Es claro que cada nación es libre de tomar sus decisiones de cerrarse a los extranjeros –Colombia acaba de decretar cuarentena a los viajeros procedentes de países con muchos contagiados–.
No obstante, tal como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), una pandemia de esta naturaleza requiere de una respuesta global y coordinada de todos los países. El coronavirus no puede contagiar al mundo de un aislacionismo, que es el primer paso a la xenofobia y que castiga a las naciones más pobres y sin recursos para responder.
Una pandemia necesita de la unión de los líderes de las naciones para definir de manera conjunta protocolos de respuesta, información e investigación y compartir asimismo recursos y experiencia médica y epidemiológica. Tanto desde el frente de salud pública como desde el económico la propia globalización está en juego y está perdiendo hoy la batalla.
Ya el Covid-19 infectó a la globalización mediante la severa disrupción de las cadenas de suministro y el fuerte choque a la oferta que hoy la economía sigue sufriendo. Los instrumentos de política que gobiernos y bancos centrales están esgrimiendo no convencen aún a los mercados.
Por el lado de la salud, la propagación de la pandemia ya superó los 127 mil casos confirmados y las 4.780 muertes. Cada nación está desplegando su respuesta con éxitos como China, que ya parece haber controlado el brote, Corea del Sur y Singapur, y con situaciones críticas como Italia que hoy está en cuarentena.
Para enfrentar al coronavirus se requiere, como lo afirma la OMS, la combinación de la capacidad de los sistemas de salud, los recursos destinados y la resolución de sus dirigentes.
Colombia se beneficiaría de un abordaje más internacional. Con el dólar a más de 4 mil pesos, el barril de petróleo a 33 dólares, nueve casos oficiales y sin una estimación de las pérdidas hasta hoy, el Gobierno necesita de una revisión permanente de las tres patas de la respuesta: la sanitaria, la económica y la social.
Lo más grave es que no se ve la luz al final de un túnel que cada nación está atravesando en soledad.
Francisco Miranda Hamburguer
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