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Ricardo Ávila
Editorial

El diablo haciendo hostias

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Es difícil controvertir la tesis de que las sanciones impuestas en los últimos tiempos por la Superintendencia de Industria y Comercio son ejemplarizantes. Con el argumento de que se ha violado el derecho a la libre competencia, la entidad ha castigado a personas jurídicas y naturales vinculadas al sector azucarero y a los de otros productos de consumo masivo.

En octubre del 2015, por ejemplo, una multa por cerca de 260.000 millones de pesos cobijó a una serie de ingenios y directivos de los mismos. A finales de mayo pasado, el turno fue para los fabricantes de papel higiénico, cuya cuenta ascendió a 185.417 millones de pesos. Y esta semana la pena recayó sobre tres compañías que hacen pañales y contra un puñado de sus ejecutivos, con un monto global de 208.907 millones de pesos.

No obstante, a las arcas públicas no ingresará todo ese dinero. El motivo es que en lo que tiene que ver con los dos últimos casos habrá rebajas por delación, tal como lo estipulan las normas. La gran beneficiaria será la filial colombiana de la multinacional estadounidense Kimberly-Clark, un conglomerado que se concentra en bienes para el cuidado e higiene personal y familiar.

"Usar una especie de ‘garganta profunda’ no tiene nada de malo. Sin la colaboración de algún implicado podría haber sido imposible armar el rompecabezas"

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Con cerca de 50 plantas a nivel global, el emporio cuenta con cuatro unidades en Colombia, localizadas en Tocancipá (Cundinamarca), Puerto Tejada (Cauca) y dos en Barbosa (Antioquia), con las cuales se abastece el mercado local y exporta a 27 países de la zona. Tales actividades le suman a las cuentas de una corporación que el año pasado vendió 18.600 millones de dólares y tiene 43.000 empleados a lo largo y ancho del planeta.

Hay mucho de encomiable en la labor que hace la compañía en el terreno fabril, en la apertura de mercados externos y en la generación de puestos de trabajo calificados y formales. Lamentablemente, su rol a la hora de haber hecho acuerdos con sus competidores es, a todas luces, deplorable.

Y es que, según los hallazgos de la Superintendencia, los encargados de Kimberly-Clark en Colombia fueron grandes responsables a la hora de constituir carteles que habrían inflado los ingresos de las empresas que participaron en el esquema, a costa de los consumidores. Quienes han leído con detalle lo que es de conocimiento público afirman incluso que la semilla inicial de las prácticas que ahora se sancionan acabó siendo plantada por la firma norteamericana.

Bajo esa línea de pensamiento, es posible entender por qué el caso de las autoridades parece ser tan sólido. Y es que únicamente alguien con conocimiento desde adentro habría sido capaz de aportar pruebas que, al menos en lo que corresponde al papel higiénico y los pañales, parecen difíciles de controvertir, más allá de que los castigados decidan demandar la providencia que los afecta ante el Consejo de Estado.

Usar una especie de ‘garganta profunda’ –el remoquete que recibió la persona que desató el escándalo de Watergate– no tiene nada de malo. Sin la colaboración de algún implicado podría haber sido imposible armar el rompecabezas y aplicar correctivos que sirvan para disuadir a otros que piensen seguir pasos similares. Incluso en el Código Penal colombiano la figura ha servido para poner a más de un criminal a buen recaudo.

"Pero más allá de cuál sea el desenlace en el último caso, no está de más plantear si debería revisarse el esquema de beneficios"

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El dilema moral es que, en este caso, la rebaja de la pena es del 100 por ciento. Por cuenta de esa situación, Kimberly-Clark se ha ahorrado multas por casi 140.000 millones de pesos, cuando queda pendiente la determinación con respecto a los cuadernos en la cual Carvajal –el principal acusado– alega su inocencia y se ha encargado de poner en duda la calidad de las pruebas aportadas.

Pero más allá de cuál sea el desenlace en este último caso, no está de más plantear si hacia el futuro debería revisarse el esquema de beneficios. Porque así el diablo acabe haciendo hostias, eso no lo exime de haber cometido uno o varios pecados.

Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto

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