El pasado viernes Ecopetrol y Petrobras confirmaron el “descubrimiento de una acumulación de gas natural en el pozo exploratorio Uchuva-1, perforado en aguas profundas de Colombia”. Este hallazgo “aumenta las perspectivas para el desarrollo de una nueva frontera de exploración y producción” y, en palabras de Felipe Bayón, presidente de la petrolera estatal, “ratifica la importancia del Caribe como una de las principales fuentes de gas para nuestro país”.
Si bien estas compañías deben evaluar las dimensiones de la acumulación, estimaciones preliminares hablan de una magnitud que podría duplicar las reservas probadas actuales del país. Más allá de esta confirmación futura del tamaño del descubrimiento, la buena noticia de Uchuva-1 llega en momentos en que el país discute el rumbo futuro de su política energética y a pocos días de la entrada del gobierno Petro.
El presidente electo hizo campaña con la promesa de suspender las futuras exploraciones petroleras, con todos los riesgos energéticos, fiscales y de finanzas regionales que ello implica. No obstante, en estas semanas recientes, el gobierno entrante ha enviado señales de moderación de esta postura, pero sin la claridad y contundencia para disipar la incertidumbre sobre el sector petrolero y de hidrocarburos. A pesar de registrar mejoría, las acciones de Ecopetrol continúan impactadas ante esos nubarrones frente a su futuro.
De todas maneras, en entrevista con este diario, el próximo ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, lo manifestó sin reparos: “Es absolutamente claro que Colombia tiene que seguir exportando petróleo, porque no podemos sustituirlo tan rápidamente”.
Y es precisamente la reflexión no solo de la producción y venta externa de hidrocarburos, sino el diseño de la transición energética del país lo que el nuevo Gobierno deberá definir tras la selección del nuevo ministro de Minas y Energía.
Líderes del sector energético -desde presidentes de empresas hasta dirigentes gremiales- coinciden tanto en la inevitabilidad de seguir la ruta de la transición energética como en la necesidad de ordenarla y desarrollarla de manera gradual. Por orden y gradualidad se refieren a aspectos más allá de la contribución económica y fiscal como el de la seguridad energética, el equilibrio entre las distintas fuentes, la urgencia de una producción más sostenible y la incorporación de nuevas tecnologías. En otras palabras, nada más lejano de drásticas suspensiones caprichosas o efectistas intervenciones estatales.
Sumado al debate del futuro sectorial está el aporte específico del gas natural dentro de una transición energética más ordenada. Este combustible no solo cuenta con un amplio panorama de oportunidades económicas sino también ha impulsado un tangible avance social en términos de costo y calidad de vida para los millones de hogares de estratos pobres que hoy lo usan. Ordenar esta hoja de ruta para la energía no implica olvidar los esfuerzos para electrificar la economía nacional en la industria y el transporte y avanzar a unas actividades productivas con bajas emisiones y mayor consumo de renovables.
Mientras el pasado fin de semana un titular del diario The Wall Street Journal alertaba: “La nueva crisis energética de Estados Unidos”, Colombia no solo viene fortaleciendo su matriz energética limpia sino ampliando sus reservas de gas y, con ellas, su seguridad energética. Una de las razones que esta publicación identifica como causantes de la crisis en EE. UU. fue la “reducción en la inversión en gas y petróleo”. ¿Será esa la ruta que Colombia tomará?
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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