Hoy comienza en el Senado de los Estados Unidos el juicio político contra el presidente de ese país, Donald Trump. Será la tercera vez en la historia norteamericana que un ocupante de la Casa Blanca pasa por un “impeachment”, como es llamado en inglés. Bill Clinton fue juzgado en 1999 y Andrew Johnson en 1868. Ambos fueron absueltos.
Donald Trump fue formalmente acusado por la Cámara de Representantes en diciembre pasado por dos cargos: abuso de poder y obstrucción al Congreso. Al primer mandatario se le acusa específicamente de desplegar una campaña de presión sobre el gobierno ucraniano para su beneficio político.
En julio del año pasado, en una conversación telefónica, el presidente Trump habría presionado a su contraparte de Ucrania, Volodymyr Zelensky, para que persiguiera con cargos de corrupción al precandidato de la oposición demócrata, el ex vicepresidente Joseph Biden y a su hijo.
Además del abuso de poder, Trump habría ejercido una presión indebida en contra de Biden, quien cuenta con altas probabilidades de ganar las primarias democrátas y convertirse en su opositor en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre próximo.
Si bien hay evidencia que soporta las acusaciones contra el presidente Trump, la naturaleza política del juicio hace imposible que la verdad salga a flote.
La polarización creciente de la política bipartidista estadounidense así como la configuración de las mayorías en las cámaras legislativas garantizaron la acusación formal de la cámara baja así como llevarán a la casi segura absolución del Senado.
La Cámara de Representantes cuenta hoy con mayorías demócratas, opositoras a la Casa Blanca, que votaron por acusar a Trump. La cámara alta, los senadores, está hoy en control de 53 republicanos, el partido del presidente, contra 47 demócratas.
Para sacar a Trump de la Casa Blanca, la oposición necesitaría convencer a 20 senadores del partido de gobierno. Esto es una tarea casi imposible a pesar de que el 52,8 por ciento de los estadounidenses tiene una imagen desfavorable del primer mandatario.
La razón es simple: todos los representantes a la Cámara y 19 senadores republicanos van a las urnas en noviembre junto a Trump y, dentro de su base electoral, el presidente norteamericano goza de un inmenso apoyo. Votar para condenarlo sería suicidio político para cualquier senador.
Si bien el resultado del juicio que inicia hoy es conocido de antemano- la absolución de Trump- el procedimiento en sí es una prueba para la democracia en Estados Unidos.
Un fallo absolutorio rápido no sólo beneficiaría al presidente Trump en su campaña reeleccionista sino también convertiría el uso del juicio político, una herramienta vital en el sistema de poderes, en un ejercicio revanchista. Además, más que el fallo final, es clave para los estadounidenses conocer la verdad, vía testigos y testimonios, del abuso de poder en el que habría incurrido Trump.
Mientras los impactos políticos del “impeachment” sobre la reelección y las primarias demócratas son altos, las consecuencias económicas son mucho menores. La economía es una de las razones por las que, a pesar de sus escándalos, sus constantes ataques y sus posturas peligrosas, Donald Trump mantiene altas probabilidades de ser reelegido en noviembre.
La tasa de desempleo en su punto más bajo en 50 años, la dinámica de los mercados, el crecimiento en medio de la desaceleración global y los acuerdos comerciales con China, Canadá y México sostienen el mensaje de Trump de una economía que avanza. Sin negar que cada uno de estos logros tiene negros nubarrones asociados, es una narrativa de campaña con fuerza para la reelección.