A más de un colombiano le llamó la atención que a la firma de los compromisos sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, protagonizada este jueves por el Gobierno de Colombia y las Farc y ocurrido en La Habana, asistieran los presidentes de Chile, México y Venezuela, al igual que el Secretario General de las Naciones Unidas, entre otras personalidades. A fin de cuentas, más de un escéptico comentó que no se trataba ni siquiera de la suscripción de los convenios definitivos, la cual sigue pendiente.
No obstante, y más allá del tono escéptico con el cual muchos registraron el acto, vale la pena tener presente la manera en la cual la comunidad internacional observa lo ocurrido. Independientemente de las posturas ideológicas prevalecientes en cada país, no ha existido una voz disonante en decenas de capitales que cuestione el esfuerzo de negociación adelantado. Propios y extraños reconocen que es histórico ponerle fin a una confrontación de más de medio siglo que deja tras de sí una lamentable estela de dolor y sangre.
"El respaldo de la comunidad global
a los acuerdos suscritos en La Habana, ratifica la trascendencia de
lo firmado".
Lo anterior no quiere decir que se ha abusado de la inocencia de un puñado de ingenuos. Sin desconocer que el camino que se encuentra por delante está lleno de baches y que vendrán nuevas crisis antes de que se pueda consolidar la paz, existen compromisos serios e instancias de verificación lo suficientemente fuertes para que las cosas salgan bien y a la vuelta de unos meses miles de combatientes de las Farc depongan sus armas, permitiéndole a una guerrilla de 52 años convertirse en un movimiento político.
Tras el respaldo externo, ahora viene una etapa compleja como es la de convencer a los colombianos de que el camino trazado es el correcto. Para que eso suceda es indispensable atar los cabos que permanecen sueltos y ponerle un punto final a las conversaciones, ojalá sin que queden zonas grises. Que el resultado final sea claro y no se preste a las deformaciones que dan como ciertas quienes se oponen al proceso es clave si se busca que millones voten afirmativamente en el plebiscito.
En tal sentido lo importante es que triunfe la razón y no el miedo. La táctica de pintar escenarios futuros que rayan en lo delirante –como el castrochavismo o la guerra urbana–, le hace un flaco favor a la democracia colombiana y a la legitimidad de las instituciones. Aparte de lo que prefiera cada uno, todos vivimos bajo el mismo cielo y a la sociedad le sirve mucho más un clima de concordia y objetivos comunes, que uno de polémicas y polarización.
"Tras el respaldo externo, viene la etapa de convencer a los colombianos de que el camino trazado es el correcto".
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No menos importante es recordar que el camino por delante es largo. Como bien lo dijo Juan Manuel Santos, “el fin del conflicto es el punto de partida”. Lo anterior quiere decir que el proceso de conseguir que la justicia funcione, que la política se transforme y que el bien común prime sobre el particular apenas comienza.
Por otra parte, sería ideal no caer en la tentación de la hipérbole. Aunque es difícil cuestionar que una economía en paz crecerá más rápido y atraerá más inversiones que una en la cual la seguridad es un enorme obstáculo, las recompensas no serán automáticas. De tal manera, abusar de las promesas es un arma de doble filo, sobre todo frente a una opinión que se ha endurecido al ver que la brecha entre el discurso oficial y la realidad es tradicionalmente amplia.
A su vez, la oposición corre el riesgo de dejarse consumir por el discurso de la mezquindad. La antipatía que le despierta el actual inquilino de la Casa de Nariño es de tal magnitud, que todo lo que provenga del Ejecutivo es motivo de rechazo.
Y aunque eso forma parte del juego de la política, resulta irresponsable anteponer los odios personales a lo que le conviene a Colombia, que no es otra cosa que la paz. Una paz cuyo camino apenas empieza, pero que al menos alienta la esperanza de que podremos aspirar a un futuro mejor. Eso es lo que entienden quienes nos miran desde afuera.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto