Mañana el gobierno de Iván Duque llega a la mitad de su período constitucional.
La irrupción de un crisis, con pocos antecedentes históricos y de cobertura global, como la pandemia, transformó las prioridades de una administración que ya venía con dificultades desde antes del primer caso de covid-19.
Hace dos años, en su discurso de posesión, el primer mandatario prometió más de un cambio en la agenda económica. La mirada del mandatario apuntaba hacia la modernización económica: “crecimiento con equidad”.
Duque lanzó una agenda de recuperación del crecimiento centrada en varias líneas: una reforma tributaria que aliviara las cargas de las empresas, una estrategia de simplificación de trámites, la modernización de la Dian, la economía naranja y la lucha contra la evasión y la corrupción.
La apuesta presidencial se cumplió en varios de estos puntos. El Congreso no aprobó una sino dos reformas tributarias -primero la ley de financiamiento en 2018 y luego la de crecimiento en 2019-. Este articulado generó beneficios a las empresas y el ambiente de inversión mejoró sus indicadores.
La economía colombiana bajo Duque creció hasta la llegada del coronavirus. Mientras el PIB nacional en 2017 registró un 1,4 por ciento, en 2019 alcanzó el 3,3 por ciento. Si bien la promesa de crecer al 4 por ciento anual no se cumplió, el ritmo de Colombia se ubicó muy por encima de América Latina.
El Gobierno Nacional integró su agenda económica bajo un pilar del Plan Nacional de Desarrollo llamado “Emprendimiento”. En esa sombrilla hay tantos logros como tareas pendientes. La administración Duque dio un salto en energías renovables: en 2022 el país tendrá 2.500 megavatios de capacidad instalada, 50 veces más que en 2018.
En materia de infraestructura, el Ejecutivo se comprometió con concluir las vías 4G que venían del gobierno anterior: de los 29 proyectos de cuarta generación, 24 están destrabados.
Tanto en el impulso a las industrias “naranja” como en el emprendimiento, el balance sigue pendiente ya que ha sido difícil pasar del discurso a avances concretos. En transformación digital, la ley de modernización digital saca la cara por el sector así como un marco más integral para adoptar nuevas tecnologías. Y en turismo en 2019 varios récords sectoriales se rompieron.
Pero, más que una lista de mercado de logros y otra de tareas por concluir, el balance económico de Duque carece tanto de una reforma estructural contundente en su haber, como de una narrativa, más allá del crecimiento, que conecte su visión. De hecho, a la creciente problemática del desempleo -que iba mal desde antes del virus- se sumó el descontento de final del año pasado con la salud, la educación, el trabajo y la Justicia.
El pasado 20 de julio, Duque expuso un plan para reactivar la economía después del desplome, la incertidumbre y las secuelas sociales que dejará la covid.
El primer mandatario enfrenta la posibilidad de darle al segundo tiempo de su mandato un fuerte acento económico con una agenda que gire alrededor de la recuperación. En otras palabras, Iván Duque podría convertirse en los próximos 18 meses en el “recuperador en jefe” de la economía colombiana.
No es tarea sencilla apostarle el legado de una administración a la economía. Mucho menos a la recuperación en dos años y en un país como Colombia, con otras problemáticas estructurales pendientes.
Sin embargo, una gerencia efectiva de este plan sumada a una estrategia que frene la hemorragia de empleos destruidos podría darle al gobierno Duque no solo el retorno a la senda del crecimiento positivo sino también la narrativa coherente de la recuperación. Para eso se requiere disciplina, vocería única y coordinación con los privados.
Francisco Miranda Hamburger
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