Son muchos los desafíos con los que el agro colombiano recibe a Rodolfo Zea, recién posesionado Ministro de Agricultura.
Es larga la lista de asuntos pendientes para esta cartera. La dinamización económica del sector es una de las principales prioridades. Si bien la economía colombiana creció un 3,3 por ciento el año pasado, el producto interno bruto (PIB) de las actividades rurales aumentó tan solo el 2 por ciento.
Asimismo, varios gremios de la producción agropecuaria le piden al nuevo ministro mejorar la rentabilidad para los productores del sector y elevar las exportaciones. Si bien algunos productos agrícolas como el aguacate registraron comportamientos positivos en sus ventas externas, aún hay mucho trabajo por hacer para fortalecer una vocación exportadora para el campo colombiano.
Sobre el escritorio del jefe de la cartera agrícola reposan además iniciativas como la agricultura por contrato, cuya implementación debe continuar, y el programa de diplomacia sanitaria, crucial para abrir nuevos mercados internacionales a los productos agropecuarios.
Asimismo, las discusiones sobre el campo incluyen la urgente necesidad de construir y mejorar la infraestructura en las zonas rurales desde la expansión de las vías terciarias hasta la vivienda no urbana, pasando por la construcción de distritos de riego y la tecnificación de las cosechas.
A este listado de problemáticas por atender se suman tanto las necesidades más específicas de los distintos sectores de la producción agrícola y pecuaria como las políticas de financiación, acceso al crédito, importaciones y promoción rural de otras entidades adscritas al Ministerio de Agricultura. En conclusión, una agenda de temas larga y compleja que requerirá de un afinado análisis para su priorización.
No obstante, un criterio simple que podría acompañar esta nueva gestión del MinAgricultura es el de guiar sus acciones hacia la reducción o mitigación de la pobreza rural.
No es novedoso el hecho de afirmar que las condiciones de los pobres urbanos son mejores que las de los pobres que habitan las zonas rurales. Sin embargo, sí lo es poder establecer con datos la intensidad con la que la pobreza golpea a los campesinos y la severidad de la brecha que separa a las ciudades de la ruralidad.
Un reciente informe del Dane sobre pobreza multidimensional ofrece una preocupante radiografía de las distintas carencias de los colombianos en los 1.102 municipios del país. Y lo más valioso es que usa datos e información proveniente del Censo 2018.
Los mapas que ofrece el reporte de la entidad estadística no solo calculan la intensidad de esa pobreza rural sino que la miden desde distintas dimensiones como salud, trabajo, vivienda y servicios públicos, condiciones educativas y de la niñez y la juventud.
Estos mapas pintan la geografía tanto de la pobreza territorial como del abandono en materia de provisión de los más básicos bienes y servicios públicos para millones de colombianos en las zonas rurales.
Una tarea dentro del listado del ministro Zea es el avance en la formalización del trabajo rural. No solo se requiere la generación de más puestos de trabajo sino enfrentar la informalidad laboral que supera el 85 por ciento. Además de dinamizar la economía agropecuaria, la política gubernamental debe garantizar que se haga con el énfasis de crear empleo y de formalizar y dignificar el ya existente.
Este criterio en favor de reducir los pobres rurales conduce a fortalecer dos políticas: los planes de desarrollo con enfoque territorial (PDETs) y el catastro multipropósito. Los PDETs bien hechos transformarán sus municipios mientras que el catastro permitirá conocer los predios y diseñar mejores políticas. El agro colombiano debe crecer y ser más rentable a la par de reducir la pobreza.
Francisco Miranda Hamburger
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