En medio del torbellino de noticias pasó relativamente desapercibido el comunicado del FMI respecto a su evaluación de la economía nacional en 2022. Dicha mirada es el resultado de la visita anual de un equipo técnico que dialoga con las autoridades a cargo del tema, especialmente en el ministerio de Hacienda y el Banco de la República.
El parte es positivo. Este no solo señala que Colombia cuenta con “marcos de política sólidos”, sino que el conjunto de respuestas dadas a los interrogantes planteados por la pandemia “apuntalaron la resiliencia de la economía”.
Elementos como el tipo de cambio flexible, la credibilidad del Emisor o el esquema de supervisión del sector financiero son considerados como una especie de cimientos clave sobre los cuales ha sido posible tomar buenas decisiones en tiempos de incertidumbre y cuyos resultados están a la vista. Basta recordar el crecimiento de 2021.
Y las notas positivas no se detienen ahí. Para el FMI “se prevé que el ímpetu económico prosiga” este año. En concreto, la expansión del PIB sería del 5,8 por ciento, una cifra que supera con creces las apuestas de la mayoría de los analistas y del propio Gobierno.
Conseguir una mejora en las perspectivas no es poca cosa, especialmente en medio de una compleja realidad global. La invasión de Rusia a Ucrania no solo disparó los riesgos geopolíticos y de seguridad, sino que trastornó las cotizaciones de bienes primarios. Como consecuencia, el crecimiento mundial apunta a ser, al menos, un punto porcentual más lento que lo proyectado en enero pasado.
No obstante, en nuestro caso habrá un impacto positivo. Aparte del buen desempeño esperado en el consumo de los hogares, la inversión debería repuntar junto con las exportaciones. Gracias a estas últimas -que reflejarán las alzas en petróleo, carbón, oro y níquel- tendría lugar una reducción en el déficit de las cuentas externas.
Dentro de los dolores de cabeza, el que más sobresale está presente en los cinco continentes. Se trata de la aceleración en el ritmo inflacionario como consecuencia de una serie de factores, a los que se vienen a sumar las repercusiones de la guerra en Europa Oriental. Debido a ello, el Fondo habla de que para diciembre próximo el incremento en el índice de precios al consumidor rondaría el 6,8 por ciento.
Otros peligros surgen en el horizonte. Estos van desde un mayor deterioro en el entorno global, pasando por tropiezos en las cadenas de suministros hasta volatilidad en los mercados. Un nuevo brote de covid-19 tampoco se puede descartar, al igual que temores ante lo que suceda en las elecciones presidenciales.
A pesar de las amenazas, el tono del pronunciamiento es positivo. Quienes leen entre líneas habrán notado la recomendación sobre “acelerar el endurecimiento de la política monetaria para aliviar las presiones inflacionarias”, algo que constituye un respaldo al reajuste en la tasa que controla el Banco de la República, la cual volvió a subir.
Igualmente, vale la pena destacar el consejo de “asegurar que las decisiones de política continúen guiándose por los datos” o la insistencia en “la profundización de las reformas fiscales encaminadas a obtener nuevas fuentes de ingreso”. No solo hay que dejar que los técnicos hagan su trabajo, sino que la lista de tareas pendientes es amplia.
Ese último mensaje sin duda está dirigido a la próxima administración. Más allá de las merecidas palmadas en la espalda por la recuperación que siguió a las restricciones adoptadas para contener el coronavirus, el punto central es que no queda de otra que seguir adelante con los ajustes para mantener la casa en orden, independientemente de quién sea el inquilino de la Casa de Nariño a partir del 7 de agosto que viene.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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