Bien podría decirse que lo que le pase a la economía colombiana en el 2015 depende, sobre todo, de un tema: el empleo. A falta de una buena dinámica de la demanda externa, el consumo interno se ha convertido en el factor clave para que el impacto de la desaceleración sea menos fuerte de lo que algunos prevén.
Por ese motivo es tan importante el dato que dio a conocer ayer el Dane. Según la entidad, el desempleo en febrero cayó al 9,9 por ciento a nivel nacional, algo menos de un punto porcentual por debajo de lo registrado en igual periodo del año pasado. Es la primera vez, desde cuando se comenzaron a llevar cifras mensuales al respecto, que el mencionado guarismo se ubica en un dígito.
En cifras gruesas, la población ocupada subió en 700.000 personas, lo cual permitió absorber una oferta laboral más elevada. De manera complementaria, tuvo lugar una importante disminución en el subempleo en sus distintas acepciones, lo cual lleva a pensar que la informalidad retrocedió.
Sin duda alguna, el dato fue sorpresivo, pues los analistas eran parcos en sus proyecciones. Quizás lo más llamativo es que la creación de plazas superó las del mismo lapso del 2014, cuando los vientos en contra no soplaban con la misma fortaleza.
Aunque nunca faltarán aquellos que piensen que las estadísticas oficiales son poco menos que un invento, los especialistas han tratado de dilucidar la explicación de lo sucedido. Un escrito de Bancolombia señala, por ejemplo, que los sectores de mayor expansión en sus nóminas fueron las actividades inmobiliarias, con un alza del 14 por ciento, seguidas de la agricultura, el suministro de electricidad y la industria. En contraste, la minería y el petróleo experimentaron una descolgada, con una reducción cercana al 36 por ciento.
Semejante comportamiento no está desprovisto de lógica. Otros estudios revelan que el ramo edificador sigue dinámico, mientras que las actividades del campo y las manufactureras deberían verse beneficiadas con la devaluación del peso frente al dólar. En el caso de estas dos últimas, el encarecimiento de los bienes importados hace más competitivos a los productos elaborados localmente y la tendencia que comienza a verse debería consolidarse en los meses que vienen.
No obstante, hay uno que otro peligro en el horizonte. Uno de los más evidentes es la contratación pública por cuenta de la Ley de Garantías, que entrará en vigencia a mediados del año, ante la cercanía de los comicios en los cuales se escogerán los nuevos gobernadores, diputados, alcaldes y concejales. Si bien Juan Manuel Santos anunció que trabajaría en su desmonte, son escasas las posibilidades de que ello ocurra en la presente legislatura, por motivos que incluyen la actitud del Congreso y el rechazo de la ciudadanía.
También es un riesgo que la caída en las cotizaciones del petróleo resulte ser más profunda y pronunciada de lo que se espera. Como es sabido, varias empresas han anunciado recortes tanto en personal como en inversiones, algo que todavía no se ha sentido plenamente sobre la generación de empleo, tanto directo como indirecto.
En consecuencia, las autoridades tienen que cuidar el vigor de aquellas áreas que pintan bien y sobre las cuales cuentan con mayor injerencia. La buena salud de la construcción es fundamental y depende de que los planes en lo concerniente a la vivienda arranquen rápido. Los proyectos de infraestructura, y en especial lo de la primera ola de concesiones de cuarta generación, necesitan arrancar más temprano que tarde.
En la medida en que así sea, la probabilidad de que el balance de la economía sea aceptable sube. Sin embargo, hay que recordar que el año apenas comienza y que es indispensable tener el sistema de alertas tempranas para que no haya un frenazo sin detectar, ni menos un descarrilamiento. Solo así se logrará que lo que empezó bien, termine bien.
Ricardo Ávila Pinto
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