Hacía un buen tiempo que la economía colombiana no era sometida a un análisis tan profundo como el dado a conocer por la Ocde ayer en Bogotá. En un documento de 130 páginas de extensión, los especialistas de la entidad que tiene sede en París y es integrada por 34 naciones, dieron un reporte positivo y al mismo tiempo franco sobre la realidad del país.
El mensaje central es que hemos hecho grandes progresos en lo que va del siglo y que las perspectivas son positivas. Sin embargo, la lista de cosas por hacer es larga, si queremos acercarnos a los estándares que tienen no solo los más ricos, sino algunos miembros destacados del club de los emergentes. En consecuencia, la organización multilateral hace una serie de recomendaciones orientadas tanto a la adopción de políticas macroeconómicas como estructurales.
Con respecto a los avances, la institución reconoce que el país se ha modernizado y ha tenido un manejo prudente de sus asuntos. Por cuenta de esa situación, fue posible enfrentar con relativa holgura la crisis financiera internacional que viene del 2008 y mantener tasas de crecimiento superiores al promedio de otras latitudes.
No obstante, es claro que buena parte de ese desempeño ha estado atado a un auge en las cotizaciones de los productos básicos, cuyo ritmo de extracción ha aumentado. Esa bonanza –que debería durar unos años más– es una bendición, pero, a la vez, implica grandes desafíos. Uno de los más debatidos es la apreciación de la moneda, que ha golpeado la capacidad de otros sectores de competir, como en el caso del manufacturero.
Por tal motivo, la Ocde señala que es fundamental aumentar la productividad con el fin de tener una economía diversificada. Las recetas sugeridas van desde asegurar que el dinero de las regalías se invierta de la forma adecuada, hasta mejorar la calidad de las instituciones, sobre todo de aquellas más vulnerables a la corrupción.
En lo referente a infraestructura, se debe modernizar el marco actual. Una fotografía preocupante es la que muestra que el país está peor que otros de América Latina a la hora de renegociar los contratos de concesiones viales.
Por otro lado, la entidad aconseja promover la apertura comercial y seguir con la política de reducir aranceles para incrementar la competitividad. No menos polémica puede sonar la idea de eliminar los topes a las tasas de interés, acabar las fuentes obligatorias de crédito para el sector agropecuario y tratar de disminuir los márgenes de intermediación, descritos como uno de los más altos de la región.
Al tiempo, la Ocde afirma que las reformas en el campo laboral deben seguir, si Colombia aspira a reducir el desempleo y los índices de informalidad. Aunque lo hecho por la reforma tributaria de diciembre con respecto a los parafiscales es visto como un paso en la dirección correcta, el mensaje es que las cargas sobre la nómina aún son muy pesadas. Igualmente, se dice que el salario mínimo es alto y que debería tener un ajuste según la región. No menos importante es la educación como fórmula para superar la pobreza y la marginalidad.
Otra área que recibió atención fue la de los impuestos. El veredicto es que el país necesita hacer un esfuerzo mucho mayor en términos de recaudos, si espera aumentar la cobertura del sistema pensional, organizar la salud y en general contar con los fondos que se requieren para la política social y de infraestructura.
Como es claro, algunas de esas recomendaciones son difíciles de ambientar políticamente y otras requieren de un empeño reformador decidido. Pero más allá de evaluar los méritos de cada propuesta individual, el argumento más importante de todos es que Colombia no se puede cruzar de brazos y darse palmaditas en la espalda por cuenta del avance de los últimos años. Puesto de otra manera, hay que hacer la tarea y entre más rápido se comience, mejor para todos.
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