Hay radiografías del país que a veces sorprenden. Y la que acaba de entregar la Dian, después de que concluyera el plazo para presentar las declaraciones relativas al impuesto a la riqueza, que fue aprobado en la reforma tributaria que salió del Congreso en diciembre, llama la atención.
El primer dato que salta a la vista es que en Colombia existen 88.395 personas naturales y jurídicas que tienen un patrimonio líquido de más de mil millones de pesos. El número suena pequeño para una nación de 47 millones de personas y decenas de miles de sociedades vigentes, pero constituye un aumento considerable frente a los datos del 2011, cuando cobró vigencia otro esquema similar, también de carácter temporal. En aquella época, el total sumó 53.199 contribuyentes.
Ese salto del 66 por ciento –que superó los cálculos oficiales–, refleja implícitamente lo ocurrido en una sociedad que se ha beneficiado de un buen viento a favor en materia económica. Al comparar el grupo de quienes declararon antes y ahora, se encontró que el patrimonio líquido subió 50 por ciento, en promedio, un alza que supera con creces la inflación acumulada en el mismo periodo.
Por otra parte, más de la mitad de quienes se vieron obligados a pagar el impuesto a la riqueza en mayo, llegaron a la categoría por primera vez. En contraste, hay 10.289 declarantes que en 2011 le hicieron su aporte al fisco y que en esta ocasión no aparecieron, algo que muy probablemente dará origen a más de una pesquisa por parte de las autoridades o que refleja la fortuna cambiante de muchos.
Sea como sea, el saldo que recibirá la Tesorería por cuenta del nuevo tributo no es menor, pues se ubica en 5,1 billones de pesos, de los cuales el primer contado ya fue cancelado. Ese monto es superior en 11 por ciento frente a lo recaudado por el impuesto al patrimonio pasado. Para quien se pregunte por qué el crecimiento no es más alto, hay que señalar que ahora la tarifa promedio es del 0,9 por ciento, inferior al 1,3 por ciento del 2011.
Igualmente, son significativos los resultados del impuesto complementario de normalización tributaria que permite declarar bienes no registrados antes, con una tarifa del 10 por ciento. En este caso, los activos previamente omitidos ascendieron a 2,8 billones de pesos, de los cuales 1,5 billones corresponden a personas naturales. Tal parece que más de uno consideró que la que pasó fue una buena oportunidad para sincerarse con el fisco, sobre todo si se tiene en cuenta que la administración cuenta ahora con más herramientas para obtener información y que las multas son mucho más onerosas.
Ante los datos mencionados, alguien podría tener dos reacciones. La primera es que todavía la cifra de contribuyentes con mil millones de pesos de patrimonio líquido en el país es relativamente bajo, por lo cual se requiere intensificar la lucha contra la evasión o mirar los avalúos catastrales en varias capitales. Sin embargo, cualquier cálculo al respecto es meramente especulativo y, por ahora, lo lógico es trabajar con lo que se ha reportado.
Otra aproximación es que aquí vuelve a quedar en evidencia que los ricos se han vuelto más ricos. Y aunque indudablemente tuvo lugar una importante mejoría para los más pudientes, que ahora contribuyen más que antes, hay que tener en cuenta la foto completa.
Diversos informes hablan de una continua disminución en las tasas de pobreza y miseria a lo largo de los últimos años, o del incremento significativo en el tamaño de la clase media. En forma paralela, la desigualdad se ha reducido ligeramente.
Puesto de otra manera, además de que el tamaño general de la torta es mayor, los pedazos de cada segmento también son diferentes. Ante esa evolución, el desafío sigue siendo el mismo de siempre: que cada uno pague los impuestos que justamente le corresponden.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto