Una de las estrategias del Gobierno nacional- y gobiernos locales como Bogotá, Bucaramanga y Medellín- para enfrentar el golpe social de la pandemia fue el despliegue de programas de subsidios a las poblaciones más vulnerables.
A los tradicionales programas de Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Colombia Mayor, que tuvieron giros adicionales, se sumaron el estreno de la compensación del IVA, Bogotá Solidaria, Bono Vital, el bono de Medellín y el lanzamiento de Ingreso Solidario.
En el caso de este último programa la cobertura alcanzó los tres millones de hogares con un costo de alrededor de 7 billones de pesos. El Gobierno lanzó asimismo un programa de subsidios a las empresas para soportar el pago de las nóminas, Paef.
(Vea: La marcha contra los bloqueos / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
La decisión gubernamental de desplegar estos canales adicionales de transferencias monetarias a los ciudadanos más vulnerables y a las empresas afectadas por la crisis ha probado ser la más acertada.
Las ayudas sociales, tradicionales y creadas por la pandemia, impidieron que la crisis económica desatada por el coronavirus generará un aumento mayor de la pobreza monetaria y extrema. El informe del Dane sobre la pobreza en 2020 confirma el papel crucial que estos canales jugaron en mitigar el histórico impacto.
El año pasado, por causa de la pandemia, más de 3,5 millones de colombianos cayeron bajo la línea de pobreza monetaria. El porcentaje de la población nacional en esta condición socioeconómica pasó de 35,7 por ciento a 42,5 por ciento. Unos alarmantes 6,8 puntos porcentuales que, lo ratifica el Dane, podrían haber sido más sin el paquete de ayudas sociales.
(Lea: Las empresas en la crisis / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
De hecho, el ‘combo’ de los subsidios extraordinarios, creados a partir de la crisis del covid-19, impidieron que el nivel de pobreza monetaria nacional aumentara en 2,2 puntos porcentuales, más de 1,1 millones de personas. En lo que se refiere a pobreza extrema, el Dane calcula esa mitigación en unos 2,6 puntos porcentuales en todo el país.
Si bien los impactos son heterogéneos en las distintas ciudades y en las zonas rurales- de hecho hay discusión entre el Dane y Fedesarrollo por la medición rural- los efectos de las transferencias monetarias fueron vitales para impedir una debacle peor.
(Lea: Y el tercer pico sigue ahí / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
Organismos internacionales han advertido la necesidad de mantener por un tiempo más las transferencias monetarias como instrumento para enfrentar la pobreza generada por la pandemia.
El Gobierno Nacional así lo entendió e incluyó un paquete social en la reforma tributaria, hundida por el paro nacional. Dado que este ajuste fiscal sigue hoy en el limbo tras un mes de protestas y bloqueos ilegales, el nuevo ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, anunció el fin de Ingreso Solidario en junio.
La razón es simple: no hay recursos para mantener ese salvavidas a millones de hogares colombianos luchando contra la pobreza. El jefe de las finanzas públicas ha mantenido el mismo mensaje conceptual de la fallida tributaria 1.0: la combinación entre un camino para la estabilización fiscal y la sostenibilidad de los programas sociales y de la reactivación de la economía.
(Lea: Un respiro para el Valle del Cauca / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
El nuevo proyecto de reforma tributaria, ya con el sello Restrepo, tendrá que tanto cumplir la promesa de no gravar a la clase media ni subir el IVA como incluir en el articulado una solución sostenible a programas como el de Ingreso Solidario.
Ante la crítica coyuntura social y económica que atraviesa hoy el país, es muy pronto para ponerle punto final a estos subsidios extraordinarios para los hogares más vulnerables. Millones de colombianos todavía los necesitan.
(Lea: Retos del nuevo equipo / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
Director de Portafolio
En Twitter: @pachomiranda