Hoy en Bogotá el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) lanza su Informe de Desarrollo Humano para el 2019. Enmarcado dentro de las protestas que se han tomado las calles en el mundo -y Colombia no ha sido la excepción- el reporte se concentra no solo en las tradicionales desigualdades, sino que aborda lo que llama “la nueva generación” de estas.
Uno de los mensajes claves que envía este organismo de la ONU es que, si bien el crecimiento económico de años recientes ha cerrado un poco las desigualdades básicas, como la esperanza de vida al nacer, no solo persisten, sino que ahora debemos atender nuevas brechas como las surgidas del género, el cambio tecnológico y la crisis climática.
Por ejemplo, en los países con desarrollo humano muy alto, la población con educación superior crece a un ritmo seis veces superior que en el resto de naciones. En el caso de los accesos a la banda ancha fija, este ritmo es de quince veces más. Es decir, mientras que las naciones menos desarrolladas van lentamente cerrando las brechas en las áreas básicas y tradicionales, en materia de ‘desigualdades del siglo XXI’ las diferencias se están ampliando.
Colombia ocupa este año el puesto 79 dentro de un total de 195 países dentro de la categoría de desarrollo humano alto. Dentro de América Latina solo tres naciones se ubican en la categoría de muy alto: Chile, Uruguay y Argentina.
El país avanza lentamente, empujado por el crecimiento económico y los avances en la reducción de la pobreza. Más preocupación genera el evidente freno en el ritmo en que los colombianos están escapando de las garras de la pobreza.
No obstante, cuando el indicador de Colombia se ajusta por desigualdad, se desploma en la medición. Un efecto similar se genera si se aplica por inequidad de género.
Como bien lo señala el reporte, los promedios ocultan desigualdades internas en los países, en este caso contra la mujer.
La desigualdad entre hombres y mujeres es una de las más arraigadas en el mundo. En Colombia, aunque con avances, la diferencia del poder y las capacidades entre hombres y mujeres en la intimidad de las relaciones sexuales, el hogar, el trabajo y la política sigue siendo grande.
Hablar de desigualdades básicas y de nueva generación en estos momentos en Colombia no puede desligarse de la reciente ola de protestas ciudadanas. Lo más fácil sería tomar los mensajes de este informe de desarrollo humano de Naciones Unidas y blandirlos como una reivindicación del paro.
Pero, más allá de la coyuntura política nacional, la invitación del Pnud es, como lo afirma Achim Steiner, administrador de la agencia, a “ver más allá del crecimiento y de los mercados para entender por qué la gente se lanza a las calles a protestar y qué pueden hacer los líderes al respecto”.
No basta con el positivo dato del PIB o con mejorar los indicadores sociales básicos, ni siquiera con agresivas políticas redistributivas. Las desigualdades del siglo XXI no solo se acumulan en el ciclo de vida, desde antes de nacer y se transmiten a la siguiente generación, sino que ahora incluye la incapacidad de prepararse para poder aprovechar los cambios tecnológicos. En este punto cabe resaltar la apuesta del gobierno Duque a una política de ‘transformación digital’ que necesita recuperar su prioridad en la agenda.
Las desigualdades no solo están detrás de muchos descontentos en las calles colombianas y del resto del mundo, sino también dañan el tejido social y minan la confianza en las instituciones. Borrar esta situación del todo es utópico, pero las políticas sí deben orientarse a que, de existir, sean producto del trabajo duro, el riesgo empresarial y el talento individual, y no del lugar y la familia donde se nace.