Dos hechos recientes reflejan de cierta manera la naturaleza, los retos y los alcances de las hoy minoritarias voces que hoy critican al recién posesionado gobierno de Gustavo Petro. El primero fue el anuncio de la eventual renuncia del hoy senador Rodolfo Hernández al escaño en el Senado que le correspondió por haber perdido en la segunda vuelta presidencial. En segundo lugar, están las marchas de protesta contra la reforma tributaria que se llevaron a la cabo ayer por todo el país.
El arranque de la administración Petro ha sido evaluada por la opinión pública, al menos en los primeros sondeos, con positivos índices de favorabilidad, así como enfrenta un alto nivel de expectativas ciudadanas. Al mismo tiempo, la Casa de Nariño logró construir unas holgadas mayorías parlamentarias que le dieron no solo el control del Congreso de la República sino también la victoria simbólica de incluir a no uno, sino los dos partidos tradicionales, liberales y conservadores.
A lo anterior se añade la anunciada salida del senador Hernández, cuya curul representaba al 47,3% del electorado colombiano. El limitado tamaño del bloque opositor al Gobierno -centrado en la bancada del Centro Democrático y que, en temas fiscales, incluye a Cambio Radical- y el abandono de la vocería de Hernández de más de 10,5 millones de votantes anti-petristas ha reafirmado los temores de muchos sectores sociales y económicos del poder de la ‘aplanadora’ gubernamental.
Este desequilibrio descuella aún más ante los múltiples frentes de reforma que la administración petrista ha venido abriendo en sus primeros 45 días más que todo, vía declaraciones ministeriales y presidenciales. A la iniciativa de alza de impuestos que hace su trámite en el Legislativo y que esta semana podría conocerse la ponencia se suman mensajes de transformaciones drásticas en la política agraria, el sector salud, el sistema pensional, el sistema político-electoral, el sector minero-energético, entre otros.
Bajo el telón de unas voces opositoras, minoritarias en el parlamento y algunas escapando de su representatividad, como Rodolfo Hernández, surgen las manifestaciones de protestas de ayer. Más que compararlas en tamaño de convocatoria, en daños económicos y en efectos en el orden público con el paro del año pasado, las marchas contra el Gobierno muestran que, a diferencia del Congreso, distintos sectores sociales rechazan las propuestas oficialistas de reforma, en especial la tributaria.
Las manifestaciones callejeras -que superaron las bajas expectativas que muchos analistas políticos les vaticinaron- se suman también a otro, muy diferente, cuerpo de voces técnicas y gremiales que se han levantado para señalar alertas e inconvenientes en las reformas del Gobierno. La reforma tributaria -con texto conocido y en debate parlamentario- ha recogido esas alarmas alrededor de los altos impuestos de los empresarios, los industriales, las empresas petroleras y de las industrias extractivas, los emprendedores con base tecnológica, el sector de plásticos, alimentos y bebidas, entre otros. Además, declaraciones ministeriales han despertado preocupación en el sector salud.
El gobierno Petro goza hoy de una abultada cuenta de respaldo popular y capital político desde la cual girar cheques en contra. No obstante, los múltiples frentes abiertos de reformas -todas menos la fiscal y la política sin definiciones ni claridades- no solo alimentan las primeras muestras de rechazo ciudadano en las calles sino también generan confusión en el mensaje del ‘cambio’ que busca la Casa de Nariño.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
framir@portafolio.co
Twitter: @pachomiranda