El viernes pasado se hizo pública la intención de renunciar de Alicia Arango, la ministra del Interior.
Si bien horas después el presidente Iván Duque no aceptó la carta de dimisión de la jefe de la cartera política, el hecho despertó rumores sobre un inminente remezón ministerial.
En sus dos años de gobierno el primer mandatario no ha desatado grandes crisis en su gabinete. De hecho, sus cambios han sido muy contados y de muy pocos ministerios a la vez.
De las 16 carteras con las que empezó el gobierno, en siete no ha habido ni una sola rotación en 25 meses: Hacienda, Comercio, Educación, Ambiente, Cultura, Transporte y Vivienda. En las nueve restantes se registra un solo relevo.
Las razones de esa relativa estabilidad son varias. Una de ellas, con gran peso, ha sido la difícil relación de la Casa de Nariño con los partidos y el Congreso de la República durante la primera mitad de la administración Duque. Solo hasta principios de este año, acuerdos políticos generaron cambios en los ministerios de Salud, Trabajo, Agricultura y TIC.
La renuencia de la Presidencia de la República a drásticos giros en el gabinete se ratifica con el hecho de que, tras seis meses de pandemia del coronavirus, el equipo ministerial se mantiene estable.
Las excepciones se cuentan con los dedos de una mano como el relevo en el ministerio de Minas y Energía que quedó en el entonces viceministro.
Ni siquiera la llegada del hito de los dos años del cuatrienio generó la necesidad de remozar la primera línea del Gobierno, así sea con criterios más técnicos que burocráticos o políticos.
Al dejar pasar coyunturas como la de la mitad del período el mensaje del presidente Duque es claro: no hay mayores afanes en alterar la conformación actual de su gabinete ministerial.
Si bien ese mensaje dice mucho de la confianza del mandatario en su equipo, cabe preguntarse si las habilidades y las fortalezas que sirvieron en la primera parte del Gobierno son las requeridas para la segunda mitad. En otras palabras, si los retos de este segundo tiempo del Gobierno demandan ajustes en las carteras, en especial en las del equipo económico y social.
Es evidente que la pandemia del coronavirus alteró de manera permanente y profunda cualquier hoja de ruta de la administración Duque. Un componente importante de la evaluación del Gobierno en 2022 será el manejo de los impactos de la covid-19 tanto en el frente de la salud pública como en el de la economía.
Aún hoy, en medio de los miles de contagios y los cientos de fallecidos diarios, los colombianos responden en la más reciente encuesta Invamer que el principal problema actual del país es el desempleo.
La primera pregunta que surge es sobre la naturaleza de los retos del gabinete para los próximos 23 meses. La principal preocupación del presidente Duque y de su equipo económico y social es la de liderar una reactivación de la economía con empleos y el mínimo impacto en la equidad.
La Casa de Nariño debe convertir el gabinete del “Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad” en un gabinete orientado a la recuperación de empresas y empleos. Lo anterior implica un énfasis mayor en la ejecución de los recursos, la coordinación público-privada y en el liderazgo en el mensaje, en los resultados y en la conexión con los ciudadanos.
Una segunda cuestión que solo le corresponde resolver al primer mandatario es si el actual equipo cumple a cabalidad con esos desafíos adicionales a los de la primera mitad del período. Más allá de una evaluación uno a uno de los miembros del gabinete, la etapa de reapertura a la que ingresa Colombia ofrece a la Casa de Nariño la oportunidad para conformar a su gusto y comodidad el gabinete de la recuperación. Este es, el equipo con el que debe construir el legado para el 2022.