Terminó el mes de junio, uno de los más movidos y posiblemente de los de más ingrata recordación para el sector financiero colombiano en los últimos años. Después de un larguísimo periodo de tranquilidad, en semanas recientes aumentó con fuerza la tasa de interés en el mercado de los Bonos del Tesoro (TES), el tipo de cambio se depreció y las acciones que se transan en la Bolsa de Valores de Colombia se comportaron a la baja.
El efecto combinado de esa situación se va a sentir en los balances con corte al primer semestre del 2013. No solo las entidades de crédito, sino las compañías de seguros o fondos de pensiones –por mencionar algunas– van mostrar resultados en rojo cuantiosos. Aunque el golpe se medirá en billones de pesos, vale la pena entenderlo antes de que lleguen los titulares alarmistas.
Nadie en el mercado puede argumentar que la situación no era previsible. Desde hace varios meses, la discusión a nivel internacional y local ha estado relacionada con los posibles efectos en las economías emergentes ante el cambio de la política monetaria por parte del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos. Autoridades de las más diversas latitudes han advertido que una menor liquidez global puede generar en los países emergentes un drenaje de capitales y, como resultado, la posible desvalorización de los activos financieros domésticos. Si bien la entidad norteamericana no anunció un movimiento inminente en su estrategia, abrió la puerta para modificarla en los próximos meses, dependiendo de lo que suceda con la economía más grande del mundo.
La pregunta que se hacen los especialistas es si el ajuste reciente, en especial en el mercado de TES, es suficiente o si en las semanas previas puede presentarse uno adicional. Aunque el comportamiento del PIB ha sido lento, las proyecciones prevén una mejora sustancial en lo que resta del año. El Ministro de Hacienda ha dicho que los fundamentales de la economía son sólidos, lo que fue confirmado hace poco por el FMI.
Según esto, no parecería haber razones para que continuara la volatilidad. Tal vez, los inversionistas han recibido información que no han podido digerir y, en ese sentido, una mejor comunicación por parte de las autoridades económicas puede ayudar a retomar la calma.
Lo anterior no disimula la importancia del tema. Cálculos iniciales muestran que las pérdidas del sistema financiero pueden ser del orden de 11 billones de pesos, lo cual se reflejará en los estados contables con corte a junio. En tal sentido, hay que entender que buena parte de ese saldo desfavorable es ‘de papel’, pues corresponde a la valoración de una serie de títulos a precios de mercado, la cual no necesariamente se ha realizado, ya que esto solo ocurrirá cuando se vendan o se venzan. Más clave aún es que el sector está debidamente capitalizado y venía con utilidades importantes, lo que le debería permitir superar el bache.
Gremios como los de las fiduciarias y comisionistas de bolsa han expresado su preocupación por los posibles efectos en la denominada deuda privada. El temor es que ante menores rentabilidades, se presenten salidas de recursos originando problemas de liquidez. Las cifras muestran que las carteras colectivas tienen disponibles recursos importantes para enfrentar esa situación. En todo caso, no hay que olvidar que el Banco de la República cuenta legalmente con los instrumentos para suplir tales dificultades en forma temporal, si fuera necesario.
En consecuencia, hay que mantener la calma. La tarea urgente de los administradores de portafolio es dar información a los inversionistas para que sus decisiones sean debidamente razonadas, enfatizando en la necesidad de mirar con un horizonte de mediano y largo plazo, y no simplemente lo ocurrido en el mes anterior. Y, a la vez, las autoridades deben ser enfáticas en que mantienen la rienda corta sobre un asunto que no debería influir sobre la fortaleza de un sistema que sigue siendo sólido.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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