Según los pronósticos de los meteorólogos, faltan al menos dos meses antes de que empiecen a sentirse en forma en Colombia los efectos de un posible fenómeno de ‘El Niño’, cuya probabilidad de incidencia es cercana al 70 por ciento. De acuerdo con los especialistas, las mediciones hechas en el Océano Pacífico revelan un aumento notorio en la temperatura del agua, que acabaría generando fuertes alteraciones climáticas, las cuales llegarían a su punto máximo a comienzos del 2015.
Por cuenta de tal eventualidad, en naciones como Chile o Perú se han disparado las alarmas, no solo ante lo que puede significar una variación abrupta en las lluvias, sino debido a las afectaciones a las corrientes marinas que determinan la suerte de la industria pesquera. En Colombia, por su parte, la reacción ha sido más tranquila, tal vez por la falta de costumbre a prepararse a los hechos o quizás debido a asuntos más urgentes, incluyendo la cercanía de las elecciones.
No obstante, hay un sector en donde ya se siente la inminencia de la que se anticipa como una fuerte sequía: el de la generación de electricidad. La prueba de ello es el alza notoria que ha tenido el kilovatio/hora en el mercado de corto plazo, en el cual los diferentes operadores usan la bolsa de energía para transar excedentes o faltantes. El miércoles de la semana pasada, éste llegó a 479 pesos, cuando en condiciones normales el promedio de abril es de 129 pesos.
El motivo del salto tiene que ver con las expectativas de lo que puede venir. Normalmente, tres cuartas partes de la energía que se consume en Colombia tiene como fuente la generación a través de hidroeléctricas, siendo el saldo aportado por plantas térmicas. Pero cuando el agua escasea, lo lógico es que la composición cambie y se enciendan más turbinas movidas por gas, carbón o fuel oil -un derivado del petróleo- cuya operación cuesta mucho más.
Con el fin de que los usuarios no sientan los incrementos puntuales, la mayoría de empresas distribuidoras del servicio se cuidan de firmar contratos de largo plazo. Esa es la razón por la cual los movimientos recientes difícilmente se notarán en las facturas que recibe la gente, aparte de aquellas compañías que no se protegieron a tiempo.
Aun así, lo ocurrido ha sido motivo para que hayan surgido diferencias entre las firmas generadoras y los demás eslabones de la cadena. Mientras unos dicen que los movimientos en la bolsa reflejan la dinámica de la oferta y la demanda, otros hablan de abusos y piden la intervención de las autoridades.
Al respecto, vale la pena mirar el tema con cabeza fría y con miras al mediano plazo. De tal manera, el papel que le corresponde al Gobierno -aparte de evitar abusos- es garantizar que no va a haber problemas con el suministro de electricidad, aun si la hidrología de los ríos que alimentan los embalses cae por debajo de la media histórica. Eso implica la creación de un comité de seguimiento que incorpore las lecciones que dejaron “Niños” pasados, con el fin de reaccionar bien.
Adicionalmente, hay que enviarle señales claras a los generadores términos, en el sentido de que tendrán un adecuado suministro de combustibles, si fuera necesario prender todas las plantas disponibles. La precaución de suspender las ventas de gas a Venezuela -dada a conocer hace unos días- es la correcta, pero es clave evitar los extremos. Por ejemplo, hay que tener cuidado con determinaciones que pueden llevar a que se desestimule la búsqueda de nuevos yacimientos, sobre todo después de que se supo que las reservas disponibles bajaron en el 2013.
Adicionalmente, vale la pena insistir en que el país está a tiempo de reaccionar y tiene como pasar la temporada seca, gracias a la próxima entrada de Hidrosogamoso al sistema. Pero el parte de tranquilidad no se puede confundir con un llamado a la indiferencia en un sector que siempre debe tener la guardia arriba.
Ricardo Ávila Pinto
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