Hay dos maneras de mirar la evolución de las ventas de vehículos en Colombia, tras conocerse que en el 2013 las transacciones al detal llegaron a 293.846 unidades, lo que representa una disminución del 7 por ciento. Para los pesimistas, el frenazo es el segundo consecutivo en el sector, ante lo cual hay que hacer sonar las alarmas. Para los optimistas, el nivel alcanzado es el tercer más alto de la historia. En consecuencia, difícilmente se puede hablar de un enfriamiento, más allá de los altibajos propios de cada periodo.
Ambos, a su manera, tienen razón. De un lado, el año pasado resultó ser inferior a las expectativas que se tenían. El arranque fue difícil y reflejó la situación de la economía que experimentó más de un tropiezo, tanto por motivos internos como externos. La presencia de nubarrones más oscuros en el horizonte pudo influir en el ánimo de los hogares a la hora de embarcarse en un cambio de carro, si bien al final del ejercicio las cosas salieron mejor.
Igualmente, hay quienes consideran que las entidades financieras endurecieron sus requisitos a la hora de otorgar créditos, mientras que otros piensan que las variaciones en las normas sobre movilidad en diversas ciudades pudieron incluir sobre el ánimo de los compradores. Además, es posible que la incertidumbre sobre el dólar o las expectativas en torno a los acuerdos comerciales firmados por el país hayan influido en el público.
Por otra parte, varios segmentos experimentaron tropiezos. El caso más notorio fue el de carga, que de 30.591 camiones colocados en el 2012 pasó a 18.071. Sin lugar a dudas, el acelerado crecimiento del parque automotor de carga sucedido en el pasado reciente creó cierta saturación en el ramo, para no hablar del impacto que la entrada en operación del oleoducto Bicentenario pudo tener en los vehículos tipo cisterna. Tampoco les fue bien a las pick up, cuyo descenso fue del 23 por ciento.
No obstante, cuando se mira lo sucedido en un escenario de más largo plazo, la transformación del mercado es innegable. Basta recordar que a comienzos del siglo este oscilaba alrededor de las 60.000 unidades anuales. Tal como lo afirma un análisis del Grupo Bancolombia, en el primer año del milenio se vendían en promedio 5.030 carros nuevos en el país al mes, y ahora la suma es casi cinco veces más grande.
Semejante evolución sirve para evaluar lo que puede pasar en el futuro. Si bien las apuestas para el 2014 hablan de un volumen cercano a los 300.000 vehículos –muy similar al del año pasado– no existe prácticamente nadie vinculado a la industria que piense que las transacciones van a poner la marcha atrás. Los conocedores sostienen que antes de que termine la década se debería llegar al medio millón de unidades vendidas.
Las razones de ese cálculo son claras. En la medida en que el ingreso promedio de los colombianos suba, el país seguirá la senda que se observa en otras latitudes, incluyendo a las de la región latinoamericana. Chile –con sus 17 millones de habitantes– registró en el 2013 un nuevo máximo al llegar a 378.240 automotores livianos y medianos despachados, suma a la que hay que agregar 14.753 camiones. Es cierto que en la nación austral la capacidad adquisitiva es mucho más alta, pero aun si se hacen las correcciones estadísticas del caso, es fácil concluir que en nuestro caso los números van a ser mayores que los vistos.
Tales cálculos deberían ser incorporados por los organismos de planeación, en todos los niveles. Sin desconocer que los sistemas de transporte masivo merecen el apoyo del caso y que hay que tomar medidas para regular el tráfico, el aumento del parque automotor es previsible. Puesto de otra manera, a veces la máquina de las ventas puede rodarse un poco cuando llega la pendiente, pero en lo que no puede haber duda es en que seguirá avanzando hacia adelante.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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