El abordaje de Iván Duque a los migrantes venezolanos constituye un valioso logro del Gobierno y un modelo a seguir para este problema hemisférico
Uno de los pocos resultados tangibles de la novena Cumbre de las Américas de Los Ángeles fue la Declaración sobre Migración y Protección, firmada por 20 países del continente incluyendo a Estados Unidos y Colombia. Si bien es un acuerdo de voluntades, su principal aporte es el diseño de un marco hemisférico conjunto para enfrentar de forma ordenada el movimiento de al menos unos 6 millones de migrantes, más los desplazados intrarregionales.
La Declaración incorpora metas numéricas sobre cuotas de migrantes no solo en EEUU sino en otras naciones, tratamientos más humanos en los cruces fronterizos, búsqueda de caminos legales para los migrantes, asistencia económica y apoyo financiero para los mecanismos locales de respuesta a la crisis migratoria. Ya que el instrumento diplomático no se limita al fenómeno presente en las fronteras de Estados Unidos, Colombia tiene una valiosa experiencia que aportar. De hecho, la política migratoria de Iván Duque, guiada por principios de solidaridad y fraternidad, constituye tanto un importante logro del Gobierno nacional como un modelo a seguir para este desafío hemisférico. Alrededor de 2,2 millones de venezolanos han ingresado a Colombia en años recientes poniendo al país en el centro de la crisis migratoria. La apuesta de la Casa de Nariño para manejar esta oleada de vecinos por vía de un Estatuto Temporal de Protección a diez años ha conducido a la regularización de más de 1,2 millones de migrantes.
Ha sido una acogida humanitaria, como lo afirmó Duque en Los Ángeles, “sin ser un país rico”. De hecho, de acuerdo a la más reciente ronda de la encuesta Pulso de la Migración del Dane, el 68 por ciento de los venezolanos está satisfecho con los servicios migratorios colombianos y seis de cada diez han aplicado al permiso de protección. Además, el 62,7 por ciento de los migrantes confían en que la situación económica de sus hogares será mejor y mucho mejor en los próximos doce meses.
Es justo reconocer que el presidente Duque ha continuado con su política abierta y solidaria con los migrantes venezolanos, a pesar del rechazo mayoritario de la opinión pública. Por ejemplo, en la más reciente encuesta de Invamer, el 59 por ciento de los colombianos está en desacuerdo con la acogida a los vecinos y el 62,4 por ciento tiene una imagen desfavorable de los venezolanos que se quedan en Colombia.
Quedan muchos retos tanto para la Declaración de Los Ángeles como para la política migratoria colombiana. En el caso de la primera es solo un primer paso en la dirección correcta que requerirá de una rápida implementación. El gobierno de Biden debe tanto cumplir con los compromisos inscritos en el documento como avanzar en este abordaje más económico y humanitario que criminal y judicial. En especial en la necesidad de incentivar más comercio e inversión en países como Colombia y Ecuador, que están dándole manejo a la crisis migratoria venezolana sin mayores recursos.
Más aún, el reto principal para Colombia está en la escasa financiación internacional para la migración desde Venezuela. Por esa razón, Duque invitó en la Cumbre a que “los desembolsos se compaginen con las declaraciones”. Otro desafío está en la coordinación de los dispersos esfuerzos de la comunidad internacional, así como en la focalización de los mismos, por ejemplo, en la atención a la niñez migrante o en los servicios de salud.
A lo anterior se añaden otros problemas de los venezolanos en Colombia como la informalidad laboral o el acceso a los créditos. Por ahora la cuestión está en qué tanto el próximo gobierno que será elegido este domingo continuará con esta política migratoria de Duque.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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