El pasado lunes el Dane publicó los datos del Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) del mes de marzo y del Producto Interno Bruto (PIB) durante el primer trimestre de 2023.
Entre los meses de enero y marzo, la economía colombiana registró un crecimiento de 3 por ciento, en comparación con el 8,2 por ciento en el mismo período del año pasado y un 2,1 por ciento en el último cuarto del 2022.
El primer corte de cuentas del año en materia económica refleja un comportamiento dinámico del sector financiero y de seguros (22,8 por ciento de crecimiento) y del entretenimiento, actividades artísticas y otros servicios (18,7 por ciento). Entre ambas actividades respondieron por 1,7 puntos porcentuales del resultado global del PIB. En otras palabras, en el arranque del año los seguros, los conciertos, los juegos de azar en línea y otras actividades culturales jalonaron el producto y morigeraron, en cierto grado, el descenso.
En una posición lejana quedaron las contribuciones de los motores tradicionales de la economía nacional: las industrias manufactureras (0,7 por ciento) y el comercio (0,5 por ciento). Que Colombia crezca positivamente, en medio de la pérdida de ritmo económico tras el impulso de la reactivación pospandemia y un complejo entorno internacional, constituye una noticia bienvenida, así como la recuperación de un sector tan golpeado por los confinamientos como el entretenimiento.
No obstante, esta foto del freno despierta de forma inevitable alertas y preocupaciones. La primera de ellas cobija precisamente a la industria y el comercio. Estos dos sectores fueron protagonistas de la dinámica reactivación de la economía colombiana tras el choque del coronavirus. El contraste de ambas actividades con el desempeño registrado en el mismo período del 2022 no podía ser mayor: aportaron más de la mitad del valor agregado de la economía.
Un segundo aspecto es el de la construcción. En el primer trimestre de este año este sector económico, vital para la creación de empleo y encadenador de múltiples negocios, se contrajo en un 3,1 por ciento. Por ejemplo, la construcción de carreteras y otras obras de ingeniería civil se desplomó en un 14,9 por ciento en un año en el que los gobiernos locales están terminando su gestión. Las alarmas ya llevan varios meses encendidas en esta rama de la producción, cuyo ritmo de ventas de vivienda sigue hundido, mientras que las reglas del juego se mantienen confusas tanto para los constructores de vivienda social como las empresas de ingeniería e infraestructura.
En tercer lugar, las mediciones del ISE para los primeros tres meses del 2023 evidencian la magnitud del freno: 4,8 por ciento en enero, 2,4 por ciento en febrero y 1,6 por ciento en marzo. Estas claras señales de desaceleración, con comercio, industria y construcción en rojo, ratifican la necesidad y la urgencia de que la política económica del Gobierno Nacional se concentre en cuidar y estimular los motores tradicionalmente del crecimiento.
Sin embargo, son exactamente estos tres sectores los voceros más contundentes y visibles sobre múltiples riesgos económicos, tanto de la subida de impuestos del gobierno Petro como del paquete de reformas que transita actualmente en el Congreso de la República. La pérdida de ritmo en el crecimiento debe ser una invitación a la Casa de Nariño a ponderar no solo el impacto combinado de sus reformas en las actividades económicas, sino también a priorizar las políticas públicas que estimulen, no entorpezcan, la producción de la economía.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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