El domingo pasado, con el triunfo cerrado del expresidente ‘Lula’ Da Silva, Brasil regresará pronto a la columna de naciones de la región gobernadas por la izquierda. La ‘ola rosa’ -bautizada así por analistas políticos- suma así otra nación más a la larga lista que inauguró Andrés Manuel López Obrador en 2018. A Amlo le siguió, solo en Surámerica, Alberto Fernández en Argentina en 2019, el boliviano Luis Arce en 2020 y Pedro Castillo y Gabriel Boric en 2002 en Perú y Chile respectivamente.
Este superciclo electoral lo cerraron este año las victorias de Gustavo Petro en Colombia y de Lula en Brasil. Son inevitables los paralelos con otra oleada de gobiernos de izquierda en el subcontinente que arrancó Hugo Chávez en Venezuela en 1999 y terminó Rafael Correa en Ecuador en 2006 y que incluyó a Ricardo Lagos, Lula, Néstor Kirchner y Evo Morales.
¿Está América Latina presenciando una nueva versión de barrida del mapa político por una nueva ‘izquierda’ regional? Si bien a primera vista lo sucedido en los últimos años en materia electoral pareciera apuntar a una repetición de ese escenario, esta siguiente ‘ola rosa’ refleja indudablemente un origen ideológico cercano entre sus protagonistas y unas similitudes en sus retóricas con tinte populista y posturas frente a la explotación de hidrocarburos, la oposición a Estados Unidos, la positiva recepción a Rusia y China y un fuerte sesgo anti-actividad empresarial.
No obstante, una mirada más amplia tanto del escenario regional y de las condiciones domésticas de cada contienda muestran que, más que una escogencia a favor de un cuerpo de ideas de izquierda, estas elecciones han reflejado más un rechazo a los gobiernos de turno. Esta reacción de los votantes no sorprende dado el brutal choque social y económico que significó la pandemia del coronavirus para toda la región.
América Latina no solo fue una de las regiones del mundo con mayor impacto sanitario y económico de la covid-19 en 2020 y 2021 sino también experimentó una disparada en sus indicadores de pobreza y de empleo. A pesar de una dinámica recuperación -que llevó al PIB de la región a crecer 6,9% el año pasado- los políticos que les cogió la covid-19 en la oposición encontraron en su mayoría un ambiente de descontento popular que sirvió de potente combustible a sus aspiraciones presidenciales.
Intentar encasillar a todos estos nuevos gobiernos desde Amlo hasta Lula, pasando por Boric y Petro, implica el desconocimiento de importantes dinámicas internas y de diferencias entre los balances ideológicos y las realidades políticas de cada país. Incluso existen distintos grados de aproximación a la tríada de dictaduras de izquierda del subcontinente: Cuba, Venezuela y Nicaragua. En el caso particular de Colombia, la reunión de hoy entre el presidente Petro y Nicolás Maduro cimentará una cercanía y una alineación entre Bogotá y el régimen autoritario de Venezuela, como no se había registrado en años y que probablemente tendrá consecuencias en la política exterior nacional.
Más allá de la unidad de la ‘ola rosa’, que funciona como discurso de integración regional pero que su tránsito a la práctica es mucho más complejo, los gobiernos de izquierda en América Latina, hoy mayoría, no enfrentan los vientos económicos positivos que impulsaron las velas de la primera oleada. Al contrario, el FMI estima en 1,7% el crecimiento del PIB regional el año entrante y para varios países, incluido Brasil, se pronostican lánguidos crecimientos alrededor del 1%. En otras palabras, las altas expectativas económicas de sus electores y el estrecho margen de maniobra para cumplirlas será un elemento en común para estos mandatarios.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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