El viernes pasado la aerolínea VivaColombia realizó su vuelo inaugural entre las ciudades de Medellín y Bogotá.
Con tres aeronaves, 220 empleados y una inversión de 10 millones de dólares, la empresa ingresa al exclusivo club del transporte aéreo de pasajeros en el país.
No obstante, este nuevo miembro llega con una etiqueta adicional que lo hace único: el modelo del bajo costo.
La entrada al mercado de la compañía, con capital accionario de colombianos, ya está generando interesantes movimientos. El primero de ellos es la ampliación de la oferta para los usuarios.
Al contar con más opciones en las rutas domésticas, los pasajeros tendrán un menú más variado de alternativas.
En segundo lugar, VivaColombia le apuesta a precios ostensiblemente más bajos que la competencia. La respuesta de las demás aerolíneas se ha empezado a sentir en forma de promociones. Si bien es pronto para hablar en propiedad de una ‘guerra de precios’, ya hay beneficios tangibles para el viajero.
Las compañías aéreas de bajo costo no son una novedad en el mundo. La decana de esta apuesta es la estadounidense South-west Airlines, que arrancó a volar hace 40 años.
Más de una década después le siguió Ryanair, pionera para el mercado europeo.
En los últimos 15 años, en Asia y Oceanía, el entorno global y la desregulación impulsaron el surgimiento de un número creciente de nombres hoy reconocidos en la industria: JetBlue, AirTran, Air Asia, EasyJet, Vueling, entre otras. En América Latina, México y Brasil aportan su cuota con VivaAerobus y Gol.
Todas construyen su estrategia de ventas sobre una idea similar: el pasajero sólo quiere transporte y puede sacrificar el resto de servicios adicionales como la comida a bordo, la selección de sillas, la posibilidad de otra pieza de equipaje.
El modelo de negocios se complementa con estrictos protocolos de reducción de costos así como optimizaciones de los programas de mantenimiento y la selección de aeropuertos pequeños y rutas con baja atención.
Aunque la alta vulnerabilidad a factores como el valor del combustible llevó a la quiebra a varias de estas experiencias, hoy en día muchas aerolíneas de bajo costo operan y reportan utilidades. Más allá de las particularidades empresariales, las opciones de tiquetes baratos introducen drásticos cambios de comportamiento en el consumidor.
En lo que hace al país, al bajar el umbral de precios, más colombianos accederán a la posibilidad de viajar a destinos locales. En menos de una generación, el tiquete aéreo, considerado hasta hace poco un lujo de estratos medios y altos, es hoy mucho más accesible.
De hecho, la estadísticas de la Aerocivil muestran cómo el número de personas movilizadas no ha parado de crecer.
En tan sólo diez años el tamaño del mercado aéreo nacional casi se ha duplicado: de 7,7 millones de pasajeros en el 2000 a 14,6 millones el año pasado. En el primer trimestre del 2012, a su vez, se registró un aumento del 12 por ciento frente al mismo periodo del 2011.
La entrada de VivaColombia muestra que hay confianza en que la torta seguirá creciendo.
Habrá que esperar para saber si esta nueva alternativa no sólo es sostenible financieramente, sino también se apropia de un pedazo de ese pastel.
Pero no todo son buenas noticias alrededor de los modelos de bajo costo en el transporte aéreo. La operación de estos requiere una vigilancia estatal permanente que impida abusos a los pasajeros como rubros escondidos en las tarifas.
Por ejemplo, todavía está en la memoria el caos para muchos usuarios, entre ellos muchos colombianos, tras el cese de operaciones de Air Madrid.
Hecha esa advertencia, la llegada de VivaColombia es bienvenida por los usuarios, a quienes también les corresponde entender las ventajas que les ofrecen los precios bajos y los sacrificios que esas tarifas implican.
Ricardo Ávila Pinto