Ayer la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA) del gobierno de Estados Unidos oficializó el inicio de ‘El Niño’. De acuerdo a los científicos de esa entidad, las condiciones propias de este fenómeno meteorológico ya están presentes y se agudizarán en lo que queda del año en curso. Si bien aún no se tiene claridad del grado de intensidad con las que golpeará ‘El Niño’, las previsiones de los expertos apuntan a la presencia de eventos climáticos extremos alrededor del planeta.
América Latina, y Colombia, no se encuentran inmunes a los efectos de estas alteraciones climáticas que podrían traducirse en el país en fuertes sequías y desastres naturales. No sobra reiterar que la geografía colombiana, sus distintos ecosistemas y biodiversidad, las extensiones de cultivos agrícolas y el uso del suelo, la edificación en múltiples áreas con alto riesgo y otras condiciones ambientales, convierten al territorio nacional en vulnerable.
A lo anterior se deben sumar las potenciales consecuencias sobre la población; por ejemplo, quienes habitan asentamientos en zonas susceptibles de choques climáticos o quienes subsisten de productos agrícolas sensibles a las temperaturas extremas o los que viven en medio de regiones golpeadas por la deforestación.
Estos impactos no solo son de tipo social o humanitario, sino que cobijan choques económicos y de aumento de pobreza. Ni hablar de los choques indirectos a una proporción mayor de colombianos como costos más altos de los alimentos, inseguridad alimentaria y desplazamientos físicos, entre otros.
Uno de los riesgos tangibles de la llegada de ‘El Niño’ compete a la seguridad energética del país. Ante la ocurrencia de severas sequías y el protagonismo de la generación hidroeléctrica, este fenómeno dispara inevitablemente las incertidumbres ante el reto de garantizar el suministro energético confiable, accesible y seguro para mantener ‘encendida’ a la economía.
Por varios meses los gremios, empresas, expertos y otros actores del sector eléctrico han disparado las alarmas sobre las decisiones y las previsiones que el Gobierno debe tomar para mitigar este riesgo e impedir una disparada en los precios de las tarifas.
Una de estas debe ser el aprendizaje de las lecciones que dejaron las anteriores ocurrencias de este fenómeno, en especial entre 2015 y 2016.
Lo que quedó en evidencia en ese entonces fue la capacidad institucional del sector para mantener la confianza, manejar los recursos hídricos y términos, y asegurar los abastecimientos. El diseño de reglas del juego -incluyendo el cargo de confiabilidad- demostraron la preparación de los generadores y la capacidad del sistema eléctrico para responder a las tensiones que desatarían estas alteraciones climáticas.
En momentos en que el Gobierno busca intervenir y afectar este esquema institucional por distintas vías, cabe recordar las fortalezas con las que cuenta el sector energético hoy e insistir en el llamado de enviar señales más claras sobre las inversiones y decisiones requeridas para los próximos años. Oficializada la irrupción del fenómeno, se pondrá a prueba la ruta discutida en las sesiones Cacsse, así como el liderazgo del ministerio de Minas y Energía en la coordinación de la respuesta sectorial.
La agricultura también hace parte del abanico de medidas de preparación del Estado para la mitigación y respuesta a los efectos de la llegada de ‘El Niño’ a la geografía nacional. Las alertas asimismo en la gestión de riesgos de desastres naturales adquieren mayor importancia. ‘El Niño’ ya llegó y se agota el tiempo para estar listos.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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