Con la designación del resto de integrantes del gabinete ministerial esperada para este lunes, podría decirse que el segundo Gobierno de Juan Manuel Santos debería quedar listo para iniciar sus funciones. Si bien la continuidad en ciertas políticas es evidente, pues el inquilino de la Casa de Nariño es el mismo de los pasados cuatro años, lo cierto es que tras las elecciones de mediados de junio fue notoria la sensación de interinidad en más de un despacho público.
En consecuencia, es de esperar que la incertidumbre sobre quién sigue, quién se va y quién lo reemplaza incluya a los 200 cargos de alto nivel que tiene a su cargo el Ejecutivo, cobijando viceministerios, directores y cabezas de entidades descentralizadas. Más allá de los compromisos políticos, lo peor que puede hacer un Gobierno, que otra vez se ha dedicado a elevar las expectativas sobre su gestión, es no enviar mensajes claros sobre los que van a jugar en el equipo del segundo cuatrienio.
Ante ese requisito alguien podría señalar que el paréntesis ha sido corto. Al fin de cuentas, los responsables de algunas carteras clave -Hacienda, Interior, Relaciones Exteriores, Defensa o Agricultura- fueron ratificados o nombrados con antelación al 7 de agosto. De tal manera, esas anclas mantuvieron la nave de la administración en su lugar, sin que se fuera a la deriva.
Y aunque eso es cierto, el tiempo apremia. Para comenzar, viene una labor de coordinación interna sobre lo que viene hasta el 2018, consistente en fijar prioridades, establecer metas e identificar necesidades de recursos concretas. La primera expresión de esa labor se verá en el proyecto del plan de desarrollo que se elabora bajo la batuta de Planeación Nacional y sobre cuya partitura se viene elaborando desde hace seis meses.
No obstante, una cosa es el diseño a nivel técnico y otra adaptarla a las prioridades que viene de señalar el propio Juan Manuel Santos en su discurso de posesión. Los objetivos de tener un país en paz, equitativo y educado para el 2025 comprometen a este y los gobiernos que vengan, pero serán imposibles de conseguir si la primera parte del camino no se traza bien o si la labor de construirlo se demora más de lo aconsejable.
Por ejemplo, en el caso del primer tema hay que ir más allá de una eventual firma de acuerdos con las Farc y el Eln. Aún si, se descuentan los muertos que deja el conflicto interno, Colombia seguirá siendo una de las naciones más violentas del mundo. Bajar los índices actuales hace indispensable que la justicia funcione bien para que sea derrotada la impunidad, aparte de estrategias en materia de seguridad ciudadana o de combatir las bandas que promueven la extorsión y el microtráfico de drogas.
A su vez, repartir mejor la torta de la riqueza pasa por hacer lo mismo que funciona en otras sociedades. Esto consiste en utilizar los impuestos y el gasto público para que los que tienen más paguen lo que les corresponde y los que tienen menos reciban transferencias, expresadas sobre todo en salud, pensiones y vivienda.
El otro elemento fundamental es la educación, el tercer pilar que busca construir Santos. Mejorar no solo los niveles de cobertura para todos los grupos de edad, sino especialmente la calidad de la enseñanza es algo que va a requerir una inmensa dosis de liderazgo. El descalabro de la reforma orientada a la educación superior, debería servir de lección para recordar que para muchos en el país todo cambio es necesario, hasta que el Ejecutivo lo propone.
Ante el inmenso reto que hay por delante, el equipo gubernamental necesita quedar definido cuanto antes y cada uno de sus componentes requiere que se le asignen responsabilidades concretas. Eso requerirá de un esfuerzo adicional para un mandatario que ha sido amigo a delegar a veces más de la cuenta y que si esta vez no coge la rienda corta puede ver que el viento empieza a soplar en contra pronto.
Ricardo Ávila Pinto
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