Podría decirse que se trata de un sector que evoluciona desde la adolescencia hacia la madurez. Después de haber creído que todo era posible, tras aprender lecciones del pasado y mejorar las reglas del juego, es claro que el entusiasmo no basta. El ramo de la infraestructura se enfrenta en Colombia a múltiples desafíos para convertir los sueños en realidad y evitar la que podría volverse una gran frustración nacional.
Por tal motivo, es clave que la asamblea anual del gremio que defiende los intereses de la actividad y cuyas deliberaciones comienzan hoy en Cartagena, haga un análisis descarnado, con el fin de proponer soluciones de fondo. Lo anterior no quiere decir que todo vaya mal, pues hay avances importantes. Sin embargo, aparte de que la locomotora de antaño no logró la velocidad esperada, hay que evitar que se descarrile.
Tal posibilidad es inquietante para un país que registra inmensos atrasos, sobre todo en materia vial, pero que tampoco ha podido revivir del todo el tren o sacar adelante la navegabilidad por el río Magdalena. Aún seguimos atrás de nuestros pares en América Latina, algo que tiene incidencia sobre la competitividad y la productividad. Romper los cuellos de botella pendientes le permitiría a la economía colombiana avanzar más rápido y crear círculos virtuosos que se traducirían en un mayor progreso.
No obstante, eso es más fácil decirlo que hacerlo. Hoy por hoy, el desarrollo de la infraestructura se enfrenta, al menos, a cuatro desafíos fundamentales que exigen respuestas.
El primero es el relacionado con los pendientes. Aquella impresión de que las obras incumplen presupuestos y cronogramas se ve reforzada por los atrasos en ejecutorias emblemáticas como la Ruta del Sol o el Túnel de la Línea. No menos importantes son las dificultades de las concesiones de cuarta generación, de las cuales cerca de la mitad están desfasadas debido a la lentitud en la adquisición de predios, las consultas con las comunidades o los permisos ambientales.
El caso de la compra de terrenos raya en lo macondiano. Aunque la ley permite la expropiación administrativa, la figura se ha usado menos de lo que debería y los jueces incumplen los plazos establecidos. Adicionalmente, hay bienes invadidos o que se encuentran en procesos de extinción de dominio, aparte de sucesiones ilíquidas o falta de claridad en los títulos de propiedad de los predios.
Un segundo reto es el reputacional. Los sobornos de Odebrecht, la tragedia del puente de Chirajara o la polémica en torno al puente Hisgaura, ponen en tela de juicio el esfuerzo adelantado y la propia calidad de la ingeniería utilizada. Por cuenta del torbellino de las redes sociales, el público acaba mezclando corrupción, episodios desafortunados y demoras, algo que exige mayor pedagogía.
En tercer lugar, la administración Duque no solo está obligada a desenredar la madeja, sino a buscar la manera de romper tapones como el que existe entre Villeta y Guaduas, en Cundinamarca, o de completar la doble calzada que falta para llegar a Buenaventura, aparte de la autopista entre Pasto y Popayán. Los corredores logísticos o el avance de diseños de otras carreteras deben estar en la agenda.
Por último, es un requisito avanzar en la calidad de vías secundarias y terciarias. Aparte de conseguir el dinero combinando fondos del presupuesto nacional con plata de las regalías, lo más complejo es garantizar que las obras se hagan bien y se aparten de la politiquería.
Queda claro, entonces, que hay mucho por hacer. Es alentador registrar que el Ministerio de Transporte ha logrado enderezar algunas cargas, con lo cual se prevé un número adicional de cierres financieros en el caso de las 4G. No obstante, faltan más progresos antes de poder decir que la madurez del sector de la infraestructura es un hecho.
Ricardo Ávila
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@ravilapinto