MARTES, 05 DE DICIEMBRE DE 2023

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Ricardo Ávila

La olla raspada

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Nadie esperaba realmente milagros en un presupuesto nacional hecho bajo el signo de la estrechez. Aun así, cuando el Gobierno radicó ayer en el Capitolio su plan de ingresos y gastos para el próximo año, no faltaron los gestos de sorpresa, ante la confirmación de que el apretón –que ya venía insinuándose desde el año pasado– ahora sí comenzó en forma.

La razón primordial es una sola: la caída en los precios del petróleo, cuyo efecto negativo sobre las finanzas públicas es indiscutible. En el 2013, cuando la bonanza todavía existía, la suma que el fisco recibió por impuestos del sector, más los dividendos de Ecopetrol, ascendió a 23,6 billones de pesos. Para el próximo año, el cálculo es que ingresarán apenas 3,3 billones por este concepto, es decir, una séptima parte.

Incluso así, la esperanza es que el recaudo tributario aumente 8 por ciento en el 2016, hasta los 126,2 billones de pesos.

Un elemento clave es que el plan que tiene la Dian para luchar contra la evasión genere 4 billones de pesos, una meta que seguramente dará pie a más de un cuestionamiento en el Congreso, tan pronto se discuta la iniciativa.

En cualquier caso, ante el desplome de la renta petrolera, no había opción diferente a la de sacar la tijera para cuadrar las cuentas. Por tal razón, las diferentes partidas aumentan relativamente poco, en medio de la inflexibilidad propia de algunos rubros que tienen más inercia de la que se cree.

De tal manera, los gastos de personal y generales, de 33,6 billones de pesos, suben 4,3 por ciento, debido especialmente al alza del 10,7 por ciento para la Rama Judicial y los acuerdos hechos para poner fin al paro reciente. Las transferencias –que llegan a los 91 billones de pesos– muestran un alza del 8,5 por ciento que es considerable, pero ante la cual hay poco margen de maniobra dados los mandatos legales y constitucionales. A su vez, el servicio de la deuda muestra un salto menor –del 3,1 por ciento– y se ubica en 48,6 billones de pesos.

Frente a las rigideces, la gran sacrificada es la inversión. A primera vista, el recorte es de 4,9 billones de pesos, con lo cual quedaría en 40,6 billones. No obstante, en comparación con los números de hace un año, la reducción es casi del doble, pues no hay que olvidar que el presupuesto del 2015 sufrió un ajuste en febrero, consistente en un aplazamiento de partidas que, dadas las circunstancias actuales, será imposible revivir.

Desde el punto de vista sectorial, las áreas que ganan en recursos son apenas un puñado. Educación –la más grande de todas– está entre las de mostrar, ya que aparte de sueldos de maestros, comienza un ambicioso programa de construcción de aulas, con miras a la implantación de la jornada única. Defensa –en el segundo puesto– también obtiene más dinero, algo que posiblemente seguirá siendo la constante, incluso en un escenario de posconflicto.

En el tercero y cuarto lugares se encuentran trabajo y salud. Uno muestra cierta reducción, que tiene que ver con algo de moderación en el aporte para cubrir el agujero pensional, mientras que el otro refleja el impacto de la nueva ley estatutaria del ramo y los esfuerzos para cerrar una brecha financiera que persiste.

De ahí en adelante, lo que más salta a la vista son los sacrificados. El capítulo agropecuario ve disminuidos sus recursos en 39 por ciento, seguido por minas y energía, con 20, y transporte, 18 por ciento, entre muchos otros.

Ahora comienza el proceso de discusión de la propuesta, en medio de un ambiente difícil. Si en el pasado, conseguir apoyos resultó ser complejo, ahora lo será más, pues el frasco de mermelada se ha visto disminuido. Pero no hay mucho que hacer. Aparte de las quejas que se han escuchado en el Gabinete y las que vendrán de parte de los parlamentarios, el mensaje es que si hay críticos tozudos del presupuesto, las cifras que muestran la olla raspada son todavía más tercas.

Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto
 

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