La recientemente expedida resolución 777 del Ministerio de Salud genera un nuevo marco de medidas para la lucha contra la pandemia. La principal diferencia con el conjunto de regulaciones anteriores es que la reapertura de la mayoría de las actividades productivas toma el protagonismo.
(Vea: No más bloqueos / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
No son pocos los cambios que esta nueva normatividad introduce. No habrá excusas para que las escuelas y los colegios no regresen a las clases presenciales. De acuerdo a unos índices epidemiológicos, sanitarios y de vacunación, las ciudades podrán aliviar las limitaciones a los aforos de teatros, cines, gimnasios, actividades culturales y recreativas. Los viajeros no tendrán que mostrar pruebas PCR negativas y hasta el estadio Metropolitano de Barranquilla podrá tener un público limitado en el próximo partido de las eliminatorias al Mundial.
(Vea: Un avance agridulce / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
A partir del próximo 8 de junio Colombia experimentará el fin de la inmensa mayoría de restricciones, cierres, ‘pico y cédula’ y toques de queda que han caracterizado la respuesta a la propagación del covid-19, especialmente en Bogotá y las grandes capitales. Encontrar el adecuado equilibrio entre las medidas sanitarias y de bioseguridad y la reactivación de los sectores económicos no ha sido sencillo.
En varias ciudades, incluida la capital, el resultado de esa combinación ha sido el peor de los escenarios: alto número de contagios y de fallecimientos con un grave impacto en el desempleo y en la dinámica productiva. A lo anterior se añade que ese abanico de medidas restrictivas terminó por reducir la capacidad de reacción de sectores como el comercio, restaurantes, entretenimiento, cultura, recreación, turismo y vida nocturna, con un peso importante en las economías urbanas y en la generación de empleo e ingresos.
(Vea: La contrarreloj de Minhacienda / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
La legítima duda que hoy albergan muchos ciudadanos es si este es el momento para avanzar en ese camino de la reapertura total de las ciudades. Colombia continúa transitando por un tercer pico de contagios que convirtieron a mayo en el mes más mortal de los 15 meses de la pandemia. Tanto el número de muertes como de nuevos casos diarios no ha parado de crecer en las últimas semanas.
Los indicadores de ocupación de las UCI continúan en niveles peligrosamente altos. Si bien los ritmos de aplicación de dosis del Plan Nacional de Vacunación han mejorado sustancialmente en los últimos días, el impacto positivo de la inmunización se siente aún de manera focalizada en las poblaciones más vulnerables y priorizadas en las primeras etapas.
(Vea: Mantener abierto el país / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
Además, los más de 35 días de manifestaciones, protestas, marchas, aglomeraciones y bloqueos ilegales a carreteras, no solo han alargado la duración de este pico sino también han generado pérdidas de entre 6 y 10 billones de pesos. Entre el pico de contagios y el paro nacional, ¿por qué avanzar en la reapertura?
En primer lugar, es insostenible el mantenimiento de esos paquetes de restricciones a las actividades económicas de las grandes ciudades. Hasta la alcaldía de Bogotá, defensora a ultranza de estrictas medidas sanitarias por encima de las urgencias productivas, dio un bienvenido giro a apoyar la reapertura y el fin de las restricciones. Dado que el paro y los bloqueos ilegales continúan infligiendo un gran daño a la economía, reabrir las ciudades es la fórmula para mantener la senda de la reactivación y mitigar el impacto social.
(Vea: Reaperturas urbanas / Opinión de Francisco Miranda Hamburger).
Segundo, aún con la vacunación dinamizada no hay forma de evitar un cuarto o quinto pico de contagios. Las capitales deben revitalizar sus sectores económicos con protocolos de bioseguridad y medidas de autocuidado. El momento de las restricciones ya pasó.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
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