A juzgar por las reacciones en las redes sociales el viernes, quizás no existe una empresa privada en Colombia cuya suerte despierte tanto interés como Avianca. L
os comentarios tras conocerse que la estadounidense United Airlines hizo valer sus derechos contractuales para darle un giro a la administración de la compañía, que, de hecho, quedó bajo la órbita de un socio minoritario, fueron múltiples.
No faltaron aquellos que lamentaron el peligro de que la firma nacional bandera deje de serlo, justo cuando cumple un siglo de existencia y a pesar de la afirmación de que eso no sucederá.
Otros expresaron su deseo de que mejoren los indicadores de servicio o aumenten las frecuencias en determinadas rutas. Unos más lamentaron la salida de Germán Efromovich de la junta directiva, cuyo rol fue fundamental para que la aerolínea sea lo que es hoy.
Más allá de los comentarios en uno u otro sentido, vale la pena desear que el cambio de rumbo sirva para garantizar un futuro exento de emergencias. Desde hace un tiempo, los analistas habían expresado su preocupación por el elevado endeudamiento, los bajos niveles de efectivo y la fragilidad del balance.
Las dudas habían llegado a tal nivel, que las puertas de una refinanciación se encontraban cerradas, lo que podía concluir en un aterrizaje forzoso.
Así ese peligro sea menor ahora, existen múltiples tareas por hacer, comenzando por la escogencia de un nuevo presidente. Dar por terminada la interinidad es clave para hacer los ajustes gerenciales necesarios, revisar y poner en marcha un plan estratégico de largo plazo, encontrar economías que no afecten el bienestar de los pasajeros y poder crecer bajo un criterio de rentabilidad.
La competencia es más intensa en un mercado en donde las opciones de bajo costo son una realidad y el entorno económico es complejo.
En ese sentido, la alianza con uno de los grupos aeronáuticos más grandes del mundo debería ser muy útil. Es de esperar que haya transferencia de conocimientos, adaptada a la idiosincrasia del viajero local cuyas expectativas en aire y tierra son distintas a las de los usuarios norteamericanos. Intangibles como la calidad de la atención pueden no aparecer en ciertos índices, así resulten determinantes para ocupar el primer lugar en las preferencias de la gente.
Mientras empiezan a verse los ajustes, no está de más mirar hacia atrás y obtener lecciones de lo sucedido. Es admirable el logro de haber tomado una aerolínea quebrada con tres docenas de aviones y convertirla en la segunda de América Latina, con una flota cinco veces más grande.
Dos factores principales permitieron la mejoría de Avianca. El primero, una obsesión con el servicio y la puntualidad, que llevó a que en una relación con el usuario, que oscilaba entre el amor y el odio, acabara pesando más el primero que el segundo. Un segundo elemento fue el auge de la economía, que trajo consigo un aumento considerable de la clase media.
Tales circunstancias prepararon el terreno para que las apuestas de crecimiento apalancado tuvieran éxito en una primera etapa. Sin embargo, el final de la bonanza de precios de bienes primarios a mediados del 2014 cambió las condiciones del negocio.
La moderación de los indicadores de tráfico trató de ser compensada con una expansión que se vio afectada por la volatilidad en los precios de los combustibles. Para colmo de males, la huelga de finales del 2017 hizo mucho daño, al igual que la distracción de luchar en mercados más complejos que el colombiano.
Ahora es tiempo de ensayar otro plan de vuelo. La reacción inicial del mercado de valores comprueba que los inversionistas están de acuerdo, pero falta un tiempo antes de que se puedan apagar las luces de precaución en el tablero de control de Avianca.