Durante la pasada contienda electoral, uno de los logros más publicitados por la Casa de Nariño fue la reducción de los índices de pobreza en el país. Las cifras publicadas por el Dane lo ratifican: mientras en el 2010 la incidencia de este flagelo en Colombia fue 37,2 por ciento, ese indicador para el 2013 bajó al 30,6 por ciento. En otras palabras, millones de personas superaron la línea de ingreso que los técnicos han definido, gracias a mejoras en el empleo y el efecto de algunos programas gubernamentales.
Sin embargo, detrás de tal avance se encuentran realidades divergentes. Una mirada regional de esos mismos indicadores evidencia que a nivel departamental la fotografía es más compleja. Tanto, que se puede reeditar aquel cliché según el cual no existe una sola Colombia, sino varias.
El informe de pobreza monetaria que viene de publicar el Dane, refleja esas dinámicas desiguales. En primer lugar, están las zonas que sistemáticamente encabezan el listado de las de mejor evolución. Por ejemplo, en Bogotá solo uno de cada diez habitantes es considerado pobre. A la capital de la República le siguen Cundinamarca, con 18,9 por ciento, y Santander, con 19,5 por ciento. Cierran ese quinteto, Antioquia, con 24,2, y Meta, con 27,1 por ciento.
Con la excepción de Valle del Cauca, que tuvo un ligero incremento y ocupó el sexto lugar, las otras cinco han reducido en años recientes la incidencia de su pobreza en más de una cuarta parte. Si a lo anterior se añade que un gran porcentaje de los colombianos habita en estas circunscripciones, en donde se concentra una buena parte de las actividades económicas, se comprueba algo apenas obvio: a mayor riqueza y empleo, menor pobreza.
Lamentablemente, el reporte no es homogéneo. Al lado de los que avanzan hay áreas que se han convertido en sinónimos de miseria. A pesar de haber bajado cinco puntos porcentuales su tasa, Chocó es el departamento con mayor proporción debajo de la línea, con 63,1 por ciento, más del doble del total nacional. La comparación con el Distrito evidencia el tamaño de las brechas regionales en el país, pues mientras uno de cada diez capitalinos es pobre, dos de cada tres chocoanos sufre esa condición socioeconómica.
Un vistazo a los diez departamentos más rezagados ratifica que, a diferencia de otras naciones, las costas no son motores de desarrollo equitativo. Ocho de los diez en peor situación son bañados por el mar Caribe y el Pacífico: Chocó, Cauca, Córdoba, La Guajira, Magdalena, Nariño, Sucre y Cesar. Los dos restantes, Huila y Caquetá, experimentaron leves retrocesos junto a Boyacá, Risaralda y Valle. Quienes disfrutan cruzando datos han señalado que en cuatro quintas partes de estos territorios se vio el triunfo de Juan Manuel Santos en ambas vueltas de las elecciones presidenciales, mientras que la Unidad Nacional ganó las parlamentarias.
La divergencia en los resultados estadísticos de la lucha contra la marginalidad no es nueva y, con pocas excepciones, se ha mantenido constante en los últimos años. Las dinámicas positivas de unos contrastan con el estancamiento de otros. No obstante, hay evoluciones que permiten guardar algo de esperanza. Así, Córdoba, el penúltimo en el listado, fue el departamento que más puntos porcentuales redujo la pobreza en el último año: 8,5.
En consecuencia, y sin desconocer los avances logrados en lo corrido del siglo, el mensaje de fondo es que la mejoría que ha registrado Colombia no es uniforme. Dicho de otra forma, un país que tiene elevados niveles de desigualdad general también muestra inmensas disparidades regionales.
El cierre de esa brecha es una de las metas de Santos en su segundo periodo. Pero, más allá de la buena voluntad presidencial, se requieren acciones efectivas que den origen a mayores oportunidades, para que todos podamos avanzar al mismo paso.
Ricardo Ávila Pinto
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