No cesan las reacciones tras conocerse el proyecto de Ley del Presupuesto General de la Nación radicado por el Ministerio de Hacienda ante el Congreso la semana pasada. A propios y extraños les quedó claro que la combinación de menores rentas petroleras, devaluación del peso y aceleración de la inflación no dejó más opción que la de apretarse el cinturón en varios puntos.
De allí que la salida escogida haya sido proponer un recorte del 10 por ciento en la inversión, con respecto al año anterior. Si se mantienen las cifras presentadas, el peso de este rubro descendería hasta el equivalente del 2,6 por ciento del Producto Interno Bruto, una gran caída en comparación con los niveles vistos en el pasado reciente.
Si bien la regla fiscal establece la necesidad de disminuir el déficit del gobierno para regresar a una senda de sostenibilidad, es preocupante constatar la falta de flexibilidad de las diferentes partidas. Debido a ello, los ajustes recaen en un solo renglón.
"Ante la extrechez de recursos públicos, cruzarse de brazos o caer en la tentación de aplicar paños de agua tibia haría más daño
que bien".
Ello sucede a pesar de que se sabe que la inversión pública es fundamental para el desarrollo del país. Tal como lo señaló la Cepal recientemente, un peso gastado en este capítulo sirve de multiplicador de la actividad productiva, para no hablar de los retos del posconflicto. Para nadie ha pasado desapercibido que los segmentos más relevantes en la etapa que seguiría a una eventual firma del acuerdo con las Farc son los grandes damnificados en la programación del 2017.
La dura realidad hace todavía más inalcanzables los propósitos ambiciosos. A comienzos de este año, el Banco Interamericano planteó que si Colombia desea ser en veinte años un país de altos ingresos con una clase media consolidada, la inversión pública debería tener aumentos progresivos hasta situarse en 7 por ciento del PIB.
Ante las dificultades es preciso encontrar la forma de romper la tendencia prevista, a la vez que se mantiene la estabilidad fiscal. Son los escenarios adversos como el actual, los que permiten que haya mayores posibilidades de poner en marcha propuestas disruptivas que produzcan cambios de fondo en la economía.
"Es indispensable garantizar mayor eficiencia del gasto, por eso sería útil un estatuto de subsidios como el anunciado por Planeación Nacional".
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Una de ellas es, sin lugar a dudas, la presentación y aprobación de la reforma tributaria estructural, cuyo objetivo sea redistribuir cargas y subir el recaudo impositivo para darle una mano a la inversión. No hay duda de que el momento político es adverso, pero cruzarse de brazos o caer en la tentación de aplicar paños de agua tibia haría más daño que bien, pues las señales hacia el sector privado serían las erróneas. Una de las consecuencias inmediatas sería elevar el costo de endeudarse y dificultar el acceso al crédito internacional, algo poco aconsejable por estos meses.
Al mismo tiempo que se busca el propósito anunciado, resulta indispensable garantizar una mayor eficiencia del gasto, sobre todo para responder a la percepción generalizada de que el dinero se va adonde no toca. Un ejemplo claro en tal sentido es el diseño de un estatuto de subsidios como el anunciado por Planeación Nacional, en el que se establezcan los criterios con los que se entregarán en adelante los apoyos sociales y productivos de forma que sean temporales, efectivos e incentiven el trabajo, la productividad y la formalidad. Idealmente, este debería contemplar también la revisión de los esquemas existentes y no solo los nuevos.
Es urgente, además, que se concreten estrategias para ordenar y coordinar mejor las inversiones productivas actuales, por lo que no se puede seguir posponiendo la aprobación de los Conpes de política de Desarrollo Productivo y de Ciencia, Tecnología e Innovación. Ambos documentos brindarían un marco claro para definir prioridades en las regiones, lo que posibilitaría enfocar los recursos hacia sectores con mayor sofisticación, aporte al crecimiento y generación de empleo. En conclusión, lo que menos conviene es quedarse quietos, así muchos prefieran la parálisis.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto