El cambio de perspectiva no es nuevo. Desde hace unas semanas los analistas internacionales venían ajustando a la baja sus apuestas con respecto al comportamiento de la economía colombiana en el 2015. Más recientemente, el Fondo Monetario Internacional había hecho lo propio, con lo cual la meta oficial de aumento del 4,2 por ciento en el Producto Interno Bruto se veía como un propósito irrealizable.
Pero quizás no existe revisión más importante que la que viene de realizar el Banco de la República. Al anunciar la presentación del informe de inflación, que por cuenta de un mandato legal se le tiene que remitir al Congreso trimestralmente, el gerente de la entidad señaló que el crecimiento este año estaría entre un 2 y un 4 por ciento, siendo el 3,2 la cifra más probable.
Semejante desempeño -mediocre a la luz de la dinámica reciente- es resultado directo de condiciones externas más adversas. En concreto, la baja en los precios del petróleo y de otros renglones importantes en las exportaciones, implican una caída permanente en el ingreso. Para utilizar la figura, nos ha pasado lo mismo que a alguien a quien le recortan el salario y tiene que ajustarse si no quiere tener problemas futuros.
El efecto de ese apretón se nota en la demanda interna, al igual que en el consumo y la inversión. De acuerdo con el Emisor, el impacto habría sido particularmente fuerte durante el primer trimestre, cuando el alza del PIB habría sido de apenas un 2,7 por ciento.
Algunos indicadores disponibles concuerdan con esa visión. La confianza de los consumidores sufrió una descolgada significativa en marzo, mientras que lo que llega proveniente de capitales foráneos ha disminuido. De hecho, la compra de papeles en el mercado financiero no solo se redujo, sino que hay salida neta de recursos, de acuerdo con los datos más recientes.
Es verdad que no todo es malo. La tasa de desempleo ha seguido descendiendo de forma más consistente de lo que preveían los especialistas. Tanto el sector agrícola como la industria son los responsables de una mayor oferta de plazas de trabajo, mientras que la construcción se mantiene saludable. Por otro lado, el ritmo de la cartera hipotecaria es aceptable, así este muestre signos de moderación.
Quizás por ello, el Banco considera que la segunda mitad del año será mejor que la primera. Aparte de los factores mencionados, se espera que la tasa de devaluación le ayude a diversos renglones a un reverdecimiento, ya sea a través de mayores exportaciones o de una mejor capacidad de competir con bienes traídos de afuera.
Un tono mucho más tranquilizador en el reporte es el relativo al comportamiento del Índice de Precios al Consumidor. Más allá de que las alzas que superan las metas fijadas por las autoridades hayan sido la constante en meses recientes, el parte es de calma. Para decirlo de manera escueta, el repunte visto es considerado transitorio ante todo. Si ese pronóstico se confirma, Colombia se diferenciaría de buena parte de América Latina, en donde la constante comprende hoy desaceleración y carestía.
No obstante, tampoco se pueden hacer ferias y fiestas. Más allá de que muchos estén peor, el mensaje de fondo es que la época de las ‘vacas gordas’ quedó atrás y que un buen resultado sería, al menos, mantener el peso. Pero para que eso ocurra, habrá que multiplicar los esfuerzos y especialmente asegurarse de que el programa de infraestructura acelere su ritmo cuanto antes.
Aun si eso pasa, es imposible ser triunfalistas, por la sencilla razón de que no hay de dónde. Lo que corresponde es tener humildad y enfrentar las dificultades con mayor determinación, tanto para que se reactive la confianza como para aspirar a un segundo aire en unos meses. Porque, por ahora, nos encontramos como esos estudiantes que, a pesar de hacer algunas tareas, pasan el curso raspando, apenas por encima del tres.
Ricardo Ávila Pinto
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