Como reflejo de la buena marcha de la economía, la tasa de desempleo en Colombia ha venido bajando en forma sostenida desde hace meses. En mayo, sin ir más lejos, dicho guarismo se redujo en 0,8 puntos porcentuales hasta el 11,3 por ciento a nivel nacional, mientras que en las 13 principales áreas metropolitanas la caída fue mucho más pronunciada, del 12,8 al 11 por ciento entre 2010 y 2011.
Semejante desempeño ha ocasionado expresiones de júbilo en el Gobierno, que aspira a que el índice de desocupación caiga a un dígito durante el cuatrienio.
Sin embargo, reconociendo que la celebración es justificada, vale la pena mirar con más profundidad las cifras del Dane, sobre todo en lo que tiene que ver con las diferentes capitales.
Eso es lo que viene de hacer Hugo López, quien trabaja en la seccional del Banco de la República en Medellín, y es probablemente el mayor experto sobre temas relacionado con el mercado laboral en el país.
De manera neutral, el investigador destaca en un documento técnico reciente que la evolución de los últimos tiempos es positiva. Para comenzar, el desempleo se ubicó en el periodo de marzo a mayo en 11,6 por ciento en las principales áreas urbanas, un dato igual al observado en el mismo lapso del 2007. Eso quiere decir que los efectos de la crisis del 2008 y 2009, cuando la actividad productiva se desaceleró, ya fueron borrados por completo.
Al mismo tiempo, el ritmo de creación de empleos formales ha sido elevado: de 5,3 por ciento en el 2010 y del 5,7 por ciento en el último trimestre. Lamentablemente, eso no ha sido suficiente para recuperar el terreno que se perdió durante la época de las ‘vacas flacas’.
Para ser precisos, la proporción de puestos informales en la fuerza laboral saltó del 42,8 al 46,5 por ciento entre el 2007 y el 2011.
Dicho comportamiento es preocupante y en algunos casos debería activar el diseño de planes especiales para contener la que es una verdadera emergencia.
Ese es el caso de Cúcuta en donde el desempleo creció en más de cinco puntos porcentuales en los últimos cuatro años, al tiempo que la informalidad subió en casi 10.
Dicho de otra manera, ocho de cada diez integrantes de la población económicamente activa en la capital nortesantandereana están sin trabajo o viven del llamado rebusque. En comparación, en Bogotá esa razón es cercana a uno de cada dos.
Para quienes saben de estos temas ese inquietante retroceso tiene un nombre: Venezuela.
La caída en el comercio binacional y las restricciones al intercambio fronterizo han ocasionado el cierre de fábricas y empresas que vivían de abastecer al país vecino.
Ese coletazo también llegó hasta Bucaramanga que ha mantenido la desocupación a raya, pero en donde la informalidad tuvo un incremento de 11,4 puntos porcentuales desde el 2007, una situación que probablemente fue agravada por la emergencia vial que, por cuenta del invierno, dejó prácticamente aislados a los santandereanos hasta hace poco.
Aparte de las explicaciones individuales y de lo que pasa en otras ciudades importantes, el mensaje general es que una cosa es que el desempeño reciente en este terreno sea favorable y otra es que haya espacio para la complacencia.
No se puede olvidar, entonces, que la tasa de desempleo en Colombia está más de cuatro puntos porcentuales por encima del promedio de América Latina y que el pésimo balance del país en materia de distribución del ingreso tiene mucho que ver con la falta de buenas oportunidades laborales.
Ese recordatorio sobre lo mucho que falta por hacer debería llegar a oídos del nuevo Ministro de Trabajo, cuyo nombramiento se debe producir en los próximos días. Independientemente de quién ocupe la cartera, el mensaje es que no basta con el alza en la población ocupada, mientras desequilibrios como los anotados sigan presentes en el país.