La idea principal de una senda de reactivación de la economía implica el mejoramiento continuo de los distintos indicadores en el tiempo. Son precisamente esos guarismos los que van pintando ese famoso alfabeto de la recuperación: la V, la W, la L y demás.
Ese desempeño de la actividad económica va marcando el ritmo del crecimiento, necesario para superar la crisis actual.
Ayer el Dane publicó el Indicador de Seguimiento de la Economía (ISE) correspondiente al mes de agosto y su resultado no es positivo. La caída en la economía colombiana fue de 10,6 por ciento con respecto al mismo mes de 2019 mientras que, durante julio, este indicador había registrado un -9,7 por ciento.
Tras tocar fondo en el mes de abril -el ISE de ese mes fue del 20,2 por ciento-, la actividad económica de Colombia experimentó una reactivación en los meses de mayo y junio, con contracciones de 16,2 por ciento y 11 por ciento, respectivamente.
La razón principal de ese comportamiento fueron las decisiones del Gobierno Nacional de una reapertura gradual de algunos sectores productivos en medio de la lucha contra la pandemia. No obstante, ese rebote empezó a perder fuerza en julio.
Mientras el crecimiento mensual en junio con respecto a mayo fue de 5,27 por ciento, ya en julio esa variación intermensual había descendido a 2,22 por ciento. El informe del ISE de ayer muestra que, en comparación con julio, la economía colombiana se redujo en 1,2 por ciento. En otras palabras, al menos por un mes, la reactivación económica se “desactivó”.
La evidente pérdida de tracción del motor de la reactivación durante julio y agosto ratifica la capacidad destructiva de los confinamientos, los cierres y las medidas restrictivas, en especial en las grandes capitales, sobre la economía.
Las cuarentenas sectorizadas decretadas por el Distrito Capital tuvieron un impacto en el dinamismo de la recuperación, así como un alto costo económico en fábricas, comercios, hogares e individuos. Otras restricciones a la movilidad en el resto del país golpearon las actividades terciarias como los servicios.
Ahora que la segunda ola de coronavirus está golpeando Europa, crece la incertidumbre sobre un regreso en corto tiempo a los altos niveles de contagios y fallecidos que el país experimentó a finales de julio. De presentarse ese difícil escenario, sería el momento de recordar estas lecciones sobre los efectos económicos de las cuarentenas, los confinamientos y los cierres de las actividades productivas.
La tentación de regresar a la falsa disyuntiva entre salud y economía -de tanto provecho político para varios sectores- es muy alta. Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó hace pocos días que las cuarentenas deberían constituir el último recurso de los gobiernos ante sus devastadores efectos sociales y económicos.
Por las mismas razones detrás del freno de julio y la reversa en agosto -cuarentenas, confinamientos y cierres sectoriales- es probable que la reactivación recupere su senda de crecimimento en el ISE de septiembre. La reapertura casi total de las actividades económicas deberá sentirse, en especial, en el sector terciario, que participa con un 67 por ciento del indicador.
Ya Colombia transita el último trimestre del año que debe sembrar los cimientos de una senda de crecimiento económico. Una senda que, además de ser sostenible, no puede darse el lujo de experimentar estos retrocesos que sufren las empresas y los hogares.
El crecimiento económico, sostenible y con equidad, no es una entelequia, y mucho menos en una crisis de esta naturaleza. En medio de la creciente polarización política es fácil olvidar que la prioridad nacional debe ser el regreso a esa senda de crecimiento.